Es triste comprobar la decadencia moral y la indecencia en la que se puede caer por conseguir fines políticos. El 19 de junio de 1987, ETA atentó en el Hipercor de Barcelona, asesinando a 21 personas y dejando heridas a 45 más. Entre las víctimas, en su mayor parte mujeres, había varios niños.
El atentado se preparó con 30 kilos de amonal, 100 litros de gasolina, jabón y pegamento. Así, la explosión produjo una bola de fuego que abrasó a las víctimas, envueltas en el pegamento, con el mismo efecto que el napalm. La temperatura ascendió a los 3.000 grados, y los gases tóxicos produjeron la asfixia de muchas personas. Todo estaba minuciosamente preparado para matar a cuantas más personas mejor, y de forma indiscriminada.
Cataluña sufrió el terror de ETA en 80 acciones criminales, que acabaron con la vida de 54 personas y dejaron heridas a 224. Otro de los atentados más sangrientos tuvo lugar en Vic, el 29 de mayo de 1991, con diez muertos, cinco de ellos niños. Años después, el 21 de noviembre del año 2000, tres etarras asesinaban a Ernest Lluch, catedrático de Economía y ministro de Sanidad y Consumo en el primer gobierno de Felipe González. Dos días después de este atentado, se celebró en Barcelona una manifestación con el lema ‘Cataluña por la paz. ETA no’, a la que asistieron nada menos que un millón de personas.
Otegi, líder de ETA, aplaudía entonces, y ahora, pues todavía no las ha condenado, todas estas acciones criminales. Mientras padres y madres enterraban a hijos, hermanos y amigos vilmente asesinados, Otegi celebraba estos «éxitos» junto a sus compinches.
Pues bien, este personaje, Arnaldo Otegi, es ahora recibido con honores por la máxima institución catalana, en el Parlament. El símbolo de todos los catalanes se ha convertido, por unas horas, en un vertedero, en espacio de la vergüenza y la ignonimia más absolutas.
No se puede defender que este dirigente de ETA visite las instituciones catalanas con la excusa de que es un dirigente político. Por encima de la política, está la vida. Y todo, sin excepción, está por encima de los asesinos. Nada puede justificar un asesinato, como pretenden decirnos los de la CUP, Catalunya sí que es Pot o Junts pel Si, para quienes tiene más valor Otegi que el resto de políticos, al ponerlo al mismo nivel. Quienes defienden a los asesinos, son cómplices.
Para el resto de personas normales, ¿qué valor pueden tener quienes justificarían el asesinato de tu hijo, o de tu hermana, o de tu madre? ¿Con qué cara se puede mirar a los ojos a quien justificaría tu propio asesinato? ¿Cómo puede la presidenta del Parlament, la señora Forcadell, mantener una conversación con Otegi en nombre de todos los catalanes? “Nosotros hablamos con todo aquel que defienda la democracia y la libertad”, dice el portavoz de Junts pel Sí, Roger Torrent (ERC), quien alaba la figura de Otegi y valora mucho su trabajo “en favor de la reconciliación y la paz en Euskadi”… ¡Qué ironías tiene el destino! ¡Y qué poca vergüenza tienen algunos!
La reconciliación y la paz irán llegando, y es lo deseable. Pero con estos gestos, y con estos personajes que tienen las manos llenas de sangre, aunque no hayan empuñado nunca un arma, no se puede sino crear la confrontación y hacer aflorar la rabia de las víctimas, y la de quienes tienen dos dedos de frente.