Comenzaré el escrito aludiendo a los mitos que se enarbolan en Cataluña contra España, y viceversa. Los Reyes Católicos han significado el mito de la fusión y la semejanza entre pueblos para gran parte de los españoles. Para muchos catalanes independentistas su mito consiste en sentirse oprimidos y saqueados por España. Esta forma tan subjetiva de ver las cosas ha dado motivo para crear miles de nacionalistas españoles y como contrapunto, otros tantos de nacionalistas catalanes.
Si se consultan las páginas de la historia, la tirantez entre España y Cataluña era patente ya durante el siglo XIX. La ocasionaban los beneficios opuestos entre la burguesía catalana y la oligarquía de Castilla y Andalucía, éstos con su cereal y sus olivos; los catalanes muy proteccionistas ellos, mientras los otros, partidarios del librecambio.
Considero que se le puede atribuir una gran parte de culpa al modo en que se redactó el asunto de las comunidades autónomas al construir en un principio la Constitución Española. Optaron por tomar como modelo el que tenía Cataluña en 1931 y lo copiaron, sin más, para el resto de las comunidades con el deseo de que ninguna de éstas fuese más que otra; las élites en ese momento lo configuraron de ese modo como un presentimiento para sosegar bríos.
Al contrario del fervor que han impuesto las fuerzas independentistas catalanas en los últimos tiempos; para los distintos gobiernos de España el conflicto lo han esquivado derrochando pereza con un mínimo de chispa intelectual y abundante tancredismo.
Aprovechando esta carencia de ánimo por parte de los gobiernos españoles de turno, los nacionalistas catalanes han compuesto una opereta bufa, proponiendo esperanzas políticas imposibles de llevar a cabo, distorsionando y manipulando la historia junto con el fracaso de su economía.
En un principio, y considerando a Cataluña como la precursora de la burguesía española, no se debería esperar un apoyo casi masivo de ésta al proceso independentista. Ello es debido a la prioridad del discurso de la eterna esencia española. También colaboraron en gran manera las alegrías verborréicas del presidente Rodríguez Zapatero, el Partido Popular se unió con sus graves errores y su absoluta abstracción por tratar de resolver el conflicto, coronando este apoyo de la burguesía catalana con el hecho de la salida del presidente Mas, abandonando en helicóptero el Parlament.
Concluiré la primera parte del escrito de hoy con unas declaraciones de Alfonso Guerra en el PSOE de 1974 en las que se pronunciaba sobre las distintas nacionalidades que componían España: «La definitiva solución al problema de las nacionalidades que integran el Estado español parten indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español».
Con estas palabras habrán comprobado, benditos lectores, la sustancial diferencia de criterio de Alfonso Guerra tras el paso de los años y de sus necesidades políticas impuestas…
Tengo que aprovechar la ocasión cercana del 27 de diciembre para felicitar en su tan sólo ochenta años a mi admirado señor Serrat, don Joan Manuel (que seguro que me lee), y estarle siempre agradecido por las 450 deliciosas canciones que he hecho mías.
Colocaré una de ellas, alusiva a este escrito, se titula: «Por las paredes (mil años hace…)». Pertenece al disco «1978». Se trata de una canción elaborada con un enorme aliento lírico, desmenuza con aires reivindicativos la historia de Cataluña. Está inserta en un contexto complicado como es el de la Transición española. Es una canción ambiciosa y magnífica pese a que su discurso carezca un poco de sentido en la actualidad, viaja desde la antigüedad de las primeras colonizaciones al presente más cercano, aquel que marcaba el contexto de la Transición, repleto de libertades sugeridoras y esperanzas florecidas resumidas en el final de la canción.
Mil años hace que el sol pasa
reconociendo en cada casa
el hijo que acaba de nacer,
que el monte dibuja perfiles
suaves, de pecho de mujer,
que las flores nacen discretas
y las bestias y la luz también.
Mil años para nuestro bien.
En cada valle una gente
y cada cala esconde
vientos diferentes.
Mil años, que el hombre y la guerra
dieron lengua y nombre a la tierra
y al pueblo que rindió a sus pies,
la plata del olivo griego,
la llama persa del ciprés.
Y el musulmán lo perdió todo,
la casa, el sueño y la heredad
en nombre de la cristiandad.
Íberos y romanos,
fenicios y godos,
moros y cristianos.
En paz descansen esplendores
de amor cortés y trovadores.
Dueños del camino del mar,
no había pez que se atreviese
a transitarlo sin llevar
las cuatro barras en el lomo.
Descansa en paz, ancestral grey
vendida por tu propio rey.
De mártires y traidores
enlutaron tus campos
los inquisidores.
Mil años hace que el sol pasa
pariendo esa curiosa raza
que con su llanto hace un panal.
Y de su sangre y su derrota,
día de fiesta nacional.
Que con la fe del peregrino
jamás dejó de caminar,
de trabajar y de pensar.
Empecinado,
busca lo sublime
en lo cotidiano.
Mil años hace y unas horas
que con manos trabajadoras
se amasa un pueblo de aluvión.
Con sangre murciana y de Almería
se edificó una exposición.
Ferroviarios, labradores,
dulces criadas de Aragón,
caricias de este corazón.
Y lágrimas oscuras
de los andaluces.
Y la dictadura…
Patria pequeña y fronteriza,
mil leches hay en tus cenizas,
pero un soplo de libertad
revuelve el monte, el campesino,
el marinero y la ciudad.
Que la ignorancia no te niegue,
que no trafique el mercader
con lo que un pueblo quiere ser.
Lo están gritando
siempre que pueden,
lo andan pintando
por las paredes…