angel antonio herrera

Salvaje España. Retrato de la nueva modernidad Artículo de Óscar de Caso

Óscar de Caso

Este libro levanta un retrato de la España en curso, con algo de crónica de sobresaltos y algo de santoral exprés, donde igual cabe un ministro de disloque que una chulapa de reguetón.

En España ha sido, desde siempre, un edén de gentes exóticas y decisiones alegres, pero últimamente más, cuando la ocurrencia sostiene una escuela filosófica, la apoteosis la dice un like, el amor estafa en internet, el puritanismo se acerca al asco y la ignorancia hace carrera entre creadores de contenido. Eso, y que, si algún político quiere arrimarse un momento a la cultura, te recomienda una teleserie.

Las cosas, en España, viven tanto en la acrobacia que procede insistir en el tópico aclaratorio. Yo escribo bajo la última hora, que suele salir penúltima. Hay que decir cuanto antes que la temporada es apasionante, pero a uno le apasiona a ratos. Igual el problema es mío. Quiero decir que, por lo general, lo que no importa, importa muchísimo, mientras nos vamos domiciliando la vida en Instagram y en sitios aún peores, y así la vida moderna se parece poco a la vida real, en cualquier caso, donde ya todo es vicario, y una bobada prescindible. En esta nueva modernidad hemos atado la costumbre, tan resueltos, y el tiempo ahí es líquido, como diagnosticara Bauman, pero también resulta líquido el mundo, que no ha pasado de ser un viejo error, sin embargo, según la máxima no superada de Ginsberg, un ácrata del camino.

Todo lo último tiene un prestigio, sin más, y la banalidad es un saber y el diccionario lo impone el corrector del iPhone, que no da una. El día mal hadado que se caiga internet, o al móvil se le mueran las pilas, veremos la oscuridad de idiotas en la que nos vamos moviendo. Pero reunimos mucha biblioteca de robótica y salimos a cenar para hacerle una buena foto a la lubina y que cada uno siga de tertulia con su propio móvil planetario. Eso sí.

La mascarilla ya es ajuar del pasado, por suerte, y ahora en el ajuar nos importa mucho el tanga de salir en las redes sociales, porque el tanga, y acaso otras bárbaras brevedades, son el aforismo de una sociedad que piensa poco y posa mucho, con lo que la lencería es la copa del nuevo pensamiento que hay. Eso, y decir a menudo la palabra rojo o la palabra facha, que es como reinauguramos las dos Españas que no sé yo si existen. Hemos pasado de la irrealidad de la pandemia a la irrealidad de la pos pandemia, que es lo que más o menos tenemos ahora, y entre una cosa y la otra han sucedido volcanes, guerras, elecciones, temporales, desgobiernos, amoríos y amnistías, y hasta ha dado tiempo a que se muera Tina Turner o Concha Velasco. Estas páginas, por tanto, se asoman a la debacle y al entusiasmo, al cabaré y al velatorio, a la estulticia y a la ilusión, al éxito del exceso y al porvenir del embuste. He aquí la dulce barbarie de nuestra nueva vida.

Al escribir de España vamos mirando los muros de la patria nuestra, como siempre, pero además vamos cosiendo nuestras propias biografías, que ya tienen más compromiso en el móvil que en la taberna, menos verdad en el trato que en Tik Tok, donde todo es felicidad, que es como decir mentira, o casi todo.

Ya se habrá intuido que este no es un libro de temario cultural, o político, o social, pero sí de todo eso junto, narro el ordenamiento de cierto desorden. Se trata de un viaje a la vida misma, que no muere nunca, porque la Inteligencia Artificial manda en el horizonte, pero jamás ocupará la ebria infinitud de la emoción. Me ha resultado un collage con nombres y asuntos que sobreviven en la actualidad, porque la modernidad es la actualidad que aún se entretiene un rato ante el espejo. Me he servido de muchos artículos que publiqué en el periódico ABC, donde ahora firmo, porque uno escribe para ver qué piensa de un asunto o de otro, y eso ahí se va quedando. Yo, si busco enterarme de lo que opino, tiro enseguida de mi propia hemeroteca del periódico, y a veces estoy de acuerdo y otras veces no. Porque soy el desconocido que me queda más cerca, y del que más me fío, quizá.

Convido, aquí, en fin, a un álbum rápido de fragmento, que prueba a colorear con la palabra promiscua una España de color gris, o de color arco iris, pero en todo caso insólita, arrebatada o impensable. La tecnología ya va sabiendo de todo, lo que viene a avalar que nosotros vamos sabiendo a diario aún menos, y que quedamos así a un soplo del virtuosismo de la ignorancia. La memoria la tenemos en Google, preferiblemente, y así estamos desentrenando un don, el don del recuerdo, que es donde tiene manadero la imaginación. Estamos ante el flash y el sonambulismo, entre la foto falsa y la recarga del móvil, que es como ahora el alma se enchufa su alimento.

En este libro vienen los retratos sucesivos de las figuras más populares, descollantes y desmedidas del reciente folclore cívico o político español, desde Pedro Sánchez a Isabel Díaz Ayuso o Carles Puigdemont, desde Rosalía a Macarena Olona, hasta Irene Montero o C. Tangana, entre otros muchos. Y también están los acontecimientos atronadores de la época última, o penúltima, desde el exilio del rey Juan Carlos al auge de la noticia falsa, la fiesta trans, el bienestar animal o el fútbol femenino.

No hemos salido mejores, como país, desde la pandemia, pero España ha salido salvaje, decididamente. De eso se trata este libro, con disfrute y descaro, con ironía y valentía, bajo cierto confeti de coña y no poco calambre de sorpresa. Estamos ante un mural frenético de una nueva modernidad, ante la gran foto coral de un país convulso, imprevisible y a menudo estupefaciente donde los toreros son homicidas, Joaquín Sabina se casa, Tinder computa como lectura, el reguetón triunfa en los bautizos, las mascotas usan mejor sofá en el salón que un abuelo y el pensamiento se cambia el bikini en el almanaque de Instagram.

Spain is different, claro que sí.

Como siempre, pero más.

POSDATA.- Como habrán podido apreciar, benditos lectores, el texto anterior es una transcripción del prólogo de un libro escrito por Ángel Antonio Herrera, que lo ha titulado «Salvaje España. Retrato de la nueva modernidad«.

No tengo necesidad de explicarles la guarnición del libro, el autor la desarrolla con plenitud en su prólogo. He recorrido en su lectura una tercera parte de la obra. Puedo confirmarles que es una deliciosa e irónica obra poética, escrita en esmerada prosa con un sarcasmo camuflado, y a mi criterio, con pinceladas canallitas.

Si están decididos a emprender su lectura, un consejo: léanlo con calma, respeten las obligadas pausas de los signos ortográficos, y una cosa más: para conseguir mayor satisfacción en su contenido, vuelvan a leer de inmediato cada artículo, hay un derroche de espléndidas metáforas. ¡Te ha salido redondo! Poeta.


Como hace varios meses que no coloco una canción de mi casi amigo, Javier Krahe, hoy le toca. No hay otro remedio.

Él, en su particular y especial ortodoxia, no te consideraba amigo, si no estuvieses examinado como amigo. Me explico: tras una exhaustiva prueba, donde él mismo determinaba si habías perdido la razón, o sea, si estabas loco. Solamente con esta extravagante e imprescindible cualidad, obtenías un privilegiado puesto en la lista de amigos de Javier Krahe. Algo grande, de veras.

Del disco «La Mandrágora», en la exquisita compañía de Alberto Pérez y Joaquín Sabina, la canción «El cromosoma».

 

Hace tiempo que me importa un comino

que el último jalón de mi camino

caiga lejos de Roma.

Hace tiempo que no juego al acertijo

tan esdrújulo de un padre y un hijo

y una blanca paloma.

Y lo cierto es que no me desespero

desde el día en que al célebre madero

lo comió la carcoma,

pero si me preguntan y lo digo

aparte de algún que otro íntimo amigo

todos creen que es broma.

Y como con eso no se bromea,

esperan que Dios me dé con la tea

que churruscó a Sodoma

o que al menos diga yo reconfortante

que me he hecho mahometano o protestante,

hablamos otro idioma.

Pues nada más que eso me faltaba

que tuviera que asirme a la chilaba

del profeta Mahoma,

ni a tripa de Lutero, ni aun de Buda,

prefiero caminar con una duda

que con un mal axioma.

Porque dudo que al final de este asunto,

la cosa no se acabe con un punto

sino con un punto y coma,

y no espero un cielo o un infierno

lo más confío en que seré algo eterno

gracias al cromosoma.

Tranquilo puedo vivirme mi historia

sabiendo que a las puertas de la gloria

mi nariz no se asoma,

la muerte no me llena de tristeza,

las flores que saldrán por mi cabeza

algo darán de aroma.