Ayer presencié en Madrid el desfile militar con motivo del Día de la Fiesta Nacional del 12 de octubre. Era la primera vez que estaba presente, y tengo que reconocer que fue espectacular, a la vez que muy emocionante.
En el acto estuvo presente el recuerdo a las víctimas de los atentados yihadistas de Cataluña y a Ignacio Echeverría, muerto en los atentados de Londres cuando se enfrentó a los terroristas. El Rey Felipe VI realizó una ofrenda floral de recuerdo, mientras sonaban los acordes de La muerte no es el final.
Este año, el recorrido se ha alargado, y la participación ha sido las más numerosa de los últimos años. Se esperaba más público que en ediciones anteriores… y el pronóstico se cumplió con creces.
El desfile aéreo es impresionante, más aún si lo ves desde una azotea. Contemplar de cerca y a baja velocidad los F-18, Eurofighter, Harrier, Hércules, el nuevo A400-M y los aviones de patrulla marítima y contraincendios, así como helicópteros Chinook y Tigre, es toda una experiencia.
El desfile de las fuerzas terrestres provocaron un aplauso continuo de cientos de miles de personas que abarrotaban todo el recorrido por la Castellana. Pero cuando desfilaron la Guardia Civil y la Policía Nacional (por primera vez esta última), los aplausos se redoblaron. Lo mismo ocurrió cuando desfiló la Legión.
El efecto que han producido los acontecimientos en Cataluña ha sido notorio: el sentimiento patriótico ha aflorado por doquier. Esto, que en otros países es algo normal, nos ha costado mucho conseguirlo en España. Hemos tenido miedo de sentirnos orgullosos de nuestro país, y de sus símbolos. La bandera ha estado relegada a los acontecimientos deportivos, y pare usted de contar. Y, sin embargo, el conflicto catalán ha sido el detonante para que todos despertemos de golpe y nos hayamos dado cuenta de que somos un gran país, y de que nos gusta estar unidos.
El auge de la izquierda radical en los últimos años, contraria a los símbolos nacionales, nos ha acomplejado a muchos en este país. No seré yo quien juzgue a alguien por lucir una bandera republicana, pero, como mínimo, el mismo derecho tendremos el resto a lucir la española sin que te llamen «facha». Porque es muy curiosa la facilidad con que se emplea el término «facha». En mi opinión, cuando un ignorante se queda sin argumentos, algo que suele ocurrir muy pronto, te llama «facha». Ni siquiera le preguntes por el significado de la palabra. Simplemente, te volverá a llamar «facha».
Pues bien, si «facha» quiere decir sentirse orgulloso de este país y de sus gentes, sentirse orgulloso de su bandera y de sus símbolos constitucionales, de sus costumbres, de sus valores y de su democracia, yo me declaro el más «facha» del mundo. Lo digo sin medias tintas. Y tened por seguro que cuando un radical os llame «fachas», es precisamente eso lo que trata de menospreciar. Quizás habría que reivindicar la palabra, toda vez que algunos la han reinventado y le han dado un significado muy alejado del original, y que hacía referencia al fascismo.
Yo respeto cualquier ideología, siempre que también sea respetuosa con los demás. Vivimos en un país con seguidores comunistas, socialistas, liberales, republicanos, monárquicos, conservadores,… Es bueno que haya muchos puntos de vista, y que, de manera legítima, cada cual defienda sus ideas, incluso que trate de ponerlas en práctica en la sociedad a través de las urnas. Pero no puedo respetar, por ejemplo, a los antisistema, cuyo único objetivo es la destrucción del sistema democrático, sin otros planteamientos a posteriori y sin proyecto social alguno, más que la anarquía. Es decir, robarme mi libertad, mis derechos y mi identidad. Por ahí no paso.
Por eso, que todos podamos ejercer nuestra libertad de expresión, es saludable. Porque acomplejarse puede dar a entender a algunos que estamos sumisos, y eso no es cierto. Es sano que si uno está orgulloso de su bandera, la luzca, si así se siente bien. Y eso no tiene que ser incompatible con nada, ni con nadie. El problema de los símbolos es cuando se utilizan para golpear a los que no piensan igual. Ahí es cuando vienen los problemas. Pero sentirnos a gusto con nuestra identidad, nunca puede ser malo.
Tampoco es necesario llevar las cosas al extremo, no me malinterpretéis. Algunos llevan ahora hasta los calcetines con los colores nacionales… Y es que sabéis que somos también un poco de extremos: o todo, o nada. Así que tampoco vamos a ser menos españoles si no llevamos una pulsera con la bandera nacional. Todo tiene su momento y su oportunidad. Ocurre también en el ámbito de las redes sociales, donde durante mucho tiempo muchos han dejado de decir lo que pensaban por un cierto «miedo», o complejo… Sin embargo, ahora está desapareciendo ese miedo y pocos se resisten a contestar sin complejos, especialmente a los radicales que solían copar las redes. Creo que es sano contestar siempre, pero desde el respeto.
España es un país que en 40 años ha avanzado mucho. Y lo ha hecho según el mandato que cada cuatro años ha mostrado la voluntad del pueblo. No todo es perfecto, ni lo es en ningún país, porque las personas, por naturaleza, no somos perfectas. Pero la convivencia pacífica, y nuestra libertad, nos permiten vivir de una forma razonable y digna. Creo que no es mala cosa luchar por seguir manteniendo esa unidad y esa convivencia, y por procurar dejar a nuestros hijos un país un poco mejor que el que nosotros recibimos.
Seguramente, eso sea el progreso.
Nota.- Mi solidaridad y cariño a la familia y amigos del piloto Borja Aybar, fallecido cuando regresaba del desfile de Madrid.
D.E.P
Aunque no es habitual en mis editoriales, os dejo una galería de fotos del desfile de ayer en Madrid, por si a alguien le interesa.
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