Lejos de equipararse, la diferencia entre lo que cobran los hombres y las mujeres de este país sigue aumentando. Pese a que en España ya hay más mujeres ocupadas que hombres con estudios superiores, y que ya hace años que existe normativa para evitar discriminaciones laborales por razones de sexo, la realidad es que, hoy por hoy, ser mujer en España supone un handicap para cobrar lo mismo que un hombre por hacer el mismo trabajo.

Hace poco nos sorprendíamos con la noticia de que a una chica le habían ofrecido trabajo en una panadería de Jerez. La panadería en la que iba a trabajar le ofreció una jornada laboral bastante completita: todos los días, de lunes a domingo, sin ningún tipo de descanso ni de vacaciones, nueve horas al día, y todo ello por quinientos euros al mes. Evidentemente, el dueño de la panadería desconoce que aqui ya se abolió la esclavitud, pero… ¿es éste un caso aislado? Me temo que no. Más bien es un caso que se ha hecho público, ya que la chica se desahogó en su Facebook, pero la crisis ha acentuado la precariedad laboral hasta límites inhumanos en muchos casos, y las mujeres son las que más sufren la extorsión laboral de quienes tratan de aprovecharse de la necesidad de las personas.

¿Cuáles son las razones que se pueden argumentar para que una mujer cobre menos que un hombre si realiza el mismo trabajo? En mi opinión, ninguna. Pagar menos a una mujer supone considerarla menos que un hombre, por tanto, es una discriminación flagrante. Es la muestra colectiva de la presencia del machismo en nuestra sociedad, que coloca al hombre un pedestal por encima de la mujer. Cada día nos preguntamos escandalizados por qué hay maridos que matan a sus parejas, y miramos hacia otro lado cuando la nómina de una mujer es vergonzosamente más baja que la de un compañero. En esencia, las razones de una y otra barbaridad están en el mismo sinsentido.

Equiparar los sueldos debería ser una prioridad en el ámbito laboral, y tendría que hacerse un mayor esfuerzo en ese sentido. Se trata de ser justos con quienes ya trabajan, sean hombres o mujeres. No me valen esas excusas que todavía enfangan más a quienes las esgrimen, como que las mujeres se quedan embarazadas. Los estados contemplan ayudas y protocolos perfectamente definidos para eso, y cualquier empresario de este país debería tener por sí mismo la suficiente sensibilidad para entender que su trabajadora no se va de vacaciones, sino que va a traer un niño al mundo, con todas las consecuencias positivas que ello conlleva, incluso para las propias empresas.

La triste realidad es que, de media, en España una mujer tiene que trabajar ochenta días más al año que un hombre para terminar cobrando lo mismo. Ni las políticas de igualdad, ni la supuesta mejor predisposición empresarial, han sido suficientes para reparar esta injusticia que arrastramos, seguramente, desde la Edad Media. Porque, además, esa mujer que se pasa ocho horas trabajando para cobrar menos que su marido, llegará corriendo a casa para hacer la comida, a limpiar, a recoger a los niños, a cuidarlos, y mil cosas más, con una ayuda bastante relativa de su pareja, que cobra más, y que asume que tiene que recibir los cuidados de su mujer porque él es el que trae más dinero a casa… y el que la "mantiene".

Mientras esta pescadilla se siga mordiendo la cola, no vamos bien.