huelga general 1988

Socialistas, socialdemócratas, izquierdas, progresistas… ¡Qué mas da! – Primera parte Artículo de Óscar de Caso

Óscar de Caso

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la izquierda se vio obligada (no encuentro la razón) a asumir el liberalismo político; en la década de los ochenta les pareció bien hacer suyo también el liberalismo económico; la causa, benditos lectores, creo conocerla: Felipe González escamoteó las reivindicaciones que él había prometido y que la calle exigía, con esta falsa actitud y falta de coherencia consiguió que importantes cambios y reivindicaciones no se lograran. Fue a partir de la huelga general (14-12-1988) que le hicieron al PSOE, cuando éste empezó a hacer políticas redistributivas, le empujó el pueblo. En la década neoliberal de los setenta, los socialdemócratas europeos abandonaron las reformas y se transformaron en liberales con una pincelada de socialismo.

Una vez desaparecido el Muro de Berlín y diluido el comunismo, a la socialdemocracia le entró mieditis, debido a la gran (obligada) responsabilidad de convertirse en la vanguardia de la izquierda. Actuó de la misma manera que la izquierda posterior a Mayo del 68. Ésta, en su momento, se hizo pedacitos y apoyó las políticas de diversidad en lugar de convertirse en el pegamento de los grupúsculos comunes de izquierda. En 2008, ni siquiera le puso cara a las políticas de recortes y extrema austeridad de la derecha, proponiendo algún plan económico de rescate similar al que se utilizó al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Esta acobardada falta de liderazgo de la izquierda ha otorgado a lo que supuestamente llaman centro o centro-derecha una gloria que para nada se merece que implica coquetear a éstos con ideas extremas.

En estos últimos años al personal se le pone cada vez más cuesta arriba ser de izquierdas, en el pasado era mucho más fácil. En su fantasía onírica, sueña que el socialismo brotará en cualquier momento, por un impulso sobrenatural. Cuando esto no ocurre, nunca se autoculpan, son numerosos factores externos los que han propiciado su derrota. Prosiguiendo con su fantasía, pretende cambiar el mundo, convirtiéndose ella en la alternativa, y como no se espabile, el mundo la está modificando a ella, para mal… A consecuencia de que últimamente los fracasos se prodigan más que los éxitos, pierden, de manera constante, su identidad; esta situación provoca que la clase obrera quede desprotegida, mientras, de algún modo, la izquierda favorece a las clases medias.

La izquierda no logra entender el gran cabreo de la gente de la calle; la derecha por su parte, les da motivos para indignarse. Últimamente, la izquierda se preocupa más por la igualdad que por la libertad, dejándole a la derecha esa «libertad negativa» que practica el capitalismo con destreza. Aunque las ideas de la izquierda conllevan una moralidad lógica-ortodoxa, la historia contempla un sendero de purgas y de sectarismo.

La izquierda se está transformando en células excluyentes en lugar de ser unificadora; cada célula o grupo trata de imponer sus principios sobre los demás grupos, y en el caso de que no se dejen parasitar, a éstos los tratan como apestados de derechas. El objetivo de la izquierda no es reunir a esas izquierdas, digamos autónomas sino, con ellas, construir un pueblo amante de la izquierda, protegido por la izquierda, junto a poder convencer a la clase trabajadora de que ésta tiene intereses comunes, que no es poco… Peca de tener su pensamiento en la raza y no en la clase social.

Existe un estúpido y grave error en el que tropieza la izquierda que consiste en cambiar el concepto que los pobres tienen de sí mismos y etiquetarlos con nuevos eufemismos que están de moda para que se sientan ridículamente empoderados, tal como: deprimidos, marginados, desheredados, vulnerables. Asignar eufemismos para condiciones deprimentes es una inutilidad, una tonta huida hacia delante.

Debido a que la vieja izquierda, ensimismada en: ¡yo qué coño sé! Desatenta al big data, al lobby-monopolio de la información, al consumo desbocado, al montaraz neoliberalismo, no es capaz de percibir que en 2024 esa vieja izquierda ha pasado a mejor vida.

Se podría resumir ante todo lo escrito con anterioridad que la izquierda para poder salir adelante debe, de manera irremediable, partir de su derrota. Si estamos obligados (como dijo un filósofo) a rescatarla de modo permanente de sus contradicciones ¿no sería mejor hacerse de derechas?


El poema «Los nadies» escrito por el montevideano Eduardo Hugues Galeano concluye el escrito de hoy:

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

No tienen nombre, sino número.

No figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que cuestan menos que la bala que los mata.