Cientos de personas habían disfrutado de los fuegos artificiales en Niza, cuando un camión sembró de muerte sus calles. Un atentado que ha costado la vida de 84 personas, de momento, y que ha estremecido de nuevo el corazón de Europa.
El terror se ha instalado en Francia, y no parece que tenga intención de ceder. Al contrario. Todos estamos inmersos en una guerra, a expensas de la voluntad de los terroristas. ¿Cómo defenderse de un ataque como el de anoche? ¿Cómo prever un atentado así, con un camión? Es muy fácil matar, y por lo tanto, es muy difícil defenderse. Francia se ha convertido en el gran objetivo yihadista, pero la intención no es quedarse ahí.
La amenaza es global, y la solución, sumamente complicada. Si difícil es la prevención, más todavía es la erradicación del terrorismo. El terrorismo yihadista, especialmente, no deja espacio para la negociación, puesto que nada desea negociar, ni se frena por el miedo a morir, porque llevan a cabo sus acciones con la certeza de su propia muerte. Tampoco se discriminan las víctimas: hombres, mujeres, niños, ancianos… Todos somos objetivos, sin excepción. Así las cosas, nos encontramos en un escenario ciertamente inquietante.
No valoramos suficientemente cuando la policía detiene a sospechosos que preparaban atentados o reclutaban nuevos terroristas. Cuando esto ocurre, tenemos que ser conscientes de que se ha evitado una masacre, casi con total seguridad. Frente a los que alegan excesiva contundencia policial, estamos los que pensamos que, efectivamente, estamos en una guerra. Los derechos de la personas están garantizados, afortunadamente, pero los de todos, y la prevención de lo irreparable tiene que prevalecer sobre el resto.
Ya nadie duda de que todos somos potenciales objetivos. Dejemos ahora a un lado las causas, los desencadenantes, las justificaciones, la política, las ideas… Cada uno tiene su idealización de por qué estamos en este punto, aunque la realidad, seguramente, será siempre otra. El hecho claro y diáfano es que cada día nos están asesinando. Que van a seguir haciéndolo. Y que ésta es la mayor amenaza real que sufrimos. Y no hablo de nuestro sistema de derecho o de nuestra libertad. Hablo de nuestra propia vida y la de nuestras familias.
Aún así, hay que seguir adelante. Sólo podemos seguir avanzando y tratar de que la sinrazón no apague nuestros corazones.