Leer ciertas cosas, de ciertas personas que han tenido tan alta responsabilidad municipal, produce extrañeza y decepción. Si hay algo de lo que se habla estos días en Caudete es del escrito que Vicente Sánchez Mira, ex-alcalde de Caudete, ha publicado en su Facebook el día del Pleno de Investidura. Dejo a continuación enlace a dicho escrito, para que quede claro que no es una invención de la «prensa amarilla» o de las hordas judeo-masónicas:
https://www.facebook.com/vicente.sanchezmira?ref=ts&fref=ts
Si el amable lector ha tenido el valor de terminar dicho escrito, sobran las palabras. Aún así, y sin ánimo de polemizar, sí que tengo que decir que me he sentido insultado, al igual que el resto de los 3.750 caudetanos que votaron opciones distintas al PSOE (al que votaron 1.681 personas). Hombre, la verdad es que tampoco me he traumatizado, y la verdad es que el sentimiento de tristeza supera al de molestia.
A José Miguel Mollá se le critica a menudo la forma de decir las cosas, quizás demasiado campechano para algunos, o no tanto para otros, pero nunca le he oido decir algo que, ni de lejos, se parezca a esto. Y no lo digo sólo yo, incluso sólo personas votantes de otras opciones políticas, sino que también me lo dicen personas socialistas que, por supuesto, tienen educación y respeto. Porque si algo está fallando en el PSOE local a posteriori de la investidura, es eso: el respeto.
La voluntad del pueblo ha sido la que ha sido, como durante muchos años fue la de que fuese alcalde Vicente Sánchez Mira. No tengo ningún inconveniente en decir públicamente que yo lo he votado en alguna ocasión. Pero ahora, cuando la voluntad de los caudetanos ha cambiado a otras opciones, resulta que ya somos todos malos, y nos muestra públicamente su más profundo desprecio. Pues eso, Vicente, no me parece la actitud de un verdadero demócrata, y lamento decirlo.
Los grupos minoritarios han hecho lo que desde el primer día dijeron que harían, libremente y de acuerdo con sus afiliados y respectivas asambleas. A nadie le gusta que gobierne otro que no sea su candidato, pero la democracia se basa, precisamente, en proponer al pueblo, y dejar que éste exprese su opinión. Despreciar la voluntad popular, y despreciar a quienes no apoyan sus propuestas, no es de recibo en un estado de derecho.
Tanto las instituciones como las personas merecen respeto, gobierne quien gobierne, porque los diecisiete concejales que forman el Consistorio son el reflejo de la democracia y de la libertad de los ciudadanos, y quienes los insultan, o jalean a los que los insultan, se califican a sí mismos.