Terror en Cataluña

Editoriales

La barbarie y el horror del terrorismo ha golpeado en varias ocasiones desde ayer a Cataluña. Trece personas fallecidas y un centenar de heridos es el saldo, hasta el momento, del mayor atentado en España desde 2004. Eso, sin contar los cinco terroristas abatidos por la policía en Cambrills, a los que cuesta calificar como personas.

Matar cuesta muy poco. Sobre todo, cuando los literalmente descerebrados que cometen estas matanzas no tienen aprecio alguno por su propia vida. No hay ninguna justificación, ninguna excusa, que pueda explicar el dolor por la pérdida de vidas humanas, por mucho que los canallas de la CUP, con concejales en el Ayuntamiento de Barcelona, traten de hacerlo. «Rechazo frontal a todas las formas de terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo», dicen los de la CUP en un comunicado, junto a otras lindezas propias de quienes amparan a los terroristas y persiguen la destrucción de todo el sistema democrático. Poner paños calientes en estos momentos sobre los asesinos los coloca a su altura y evidencia su catadura moral.

Toda España está consternada. No podía ser de otra forma, porque en su inmensa mayoría este país está formado por buena gente. A pesar de que unos pocos quieran hacer, y lo hacen, mucho ruido, también es cierto que cada vez están más aislados. Pero no dudéis que desde el minuto cero de los atentados en Barcelona hay gente tratando de aprovechar de algún modo este desastre. Y en los próximos días veremos más de un disparate en este sentido. Sin embargo, sólo es necesario un sencillo ejercicio de empatía, de ponernos en el lugar de quienes han perdido a un familiar o a un amigo en estos atentados, o que se debaten entre la vida y la muerte en un hospital, para darse cuenta de la nula importancia que tiene cualquier otra consideración.

El mundo tiene un cáncer llamado terrorismo yihadista. Lo he dicho muchas veces. Urge combatir unidos esta lacra con todas nuestras fuerzas, porque se trata de una guerra: o nosotros acabamos con ellos, o ellos acabarán con nosotros. Es tristemente sencillo, pero es así. El terrorismo yihadista no quiere negociar nada, no quiere entender nuestras razones, no sabe lo que son los derechos humanos. Simplemente, disfruta torturando y asesinando a quienes no están bajo su yugo. Pero no nos engañemos: ahí no hay nada religioso, ni se trata de entender otra cultura, ni obedece a rebuscadas razones geopolíticas. Esto, en esencia, es un negocio económico muy bien dirigido.

En cualquier caso, hoy toca rendir homenaje a las víctimas y mostrar nuestro frontal rechazo al terrorismo. Toca estar con Cataluña y mostrar nuestra solidaridad sin fisuras.

Toca sentirnos todos un bloque frente a la sinrazón.

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