La fe viene a ser algo etéreo, intangible, como el Bálsamo de Fierabrás (que sana todos los males). Tan sólo acceden a ella con derecho propio los fieles creyentes; si albergas alguna duda, la envuelves con el lazo de la fe y, por supuesto, se desvanece y no te incordia nunca más. El dicho popular asevera que la fe mueve montañas, yo añadiría que hace desaparecer diferencias sociales evidentes.
Como contrapunto, proceder como talibán de la fe y también de las diversas religiones te hace entrar en paranoias colectivas que en épocas anteriores y actuales devienen en: Santa Inquisición, cruzadas apostólicas, genocidios consentidos y guerra fratricidas. Muy malos rollos… Un derroche masivo de fe puede convertir a las personas en fanáticos; hubo algún filósofo que, con posible acierto, escribió algo parecido a que te conviertes en un fanático en el momento que empiezas a oponerte al fanatismo de otros. Para tratar de evitarlo tienes que desconfiar o dudar de que tú estás en posesión de la razón o verdad absoluta; si no provocas esa duda, te engañarás a ti mismo y te incorporarás como nuevo socio numerario del club de los fanáticos. Verbigracia: el caso de Israel, que ha utilizado la Biblia como un escrito de propiedad notarial para apropiarse del territorio de Palestina, exterminando poco a poco a sus lugareños. Lo que toda la vida de dios se ha llamado: genocidio.
Aunque seas una persona librepensadora y poseas bastante inteligencia y con una fe muy compacta, sin resquicios, deberás pasar por momentos en que dios se te desvanece. Es muy humano.
No sólo la iglesia católica, en general, las iglesias o las diversas religiones están constituidas a modo de comunidad de bienes o sociedades anónimas, que pelean por mantener su status social y económico, provocándoles una nefasta pereza mental.
Escribamos sobre lo que sucede en España. España es un país patroneado por el catolicismo, en el catolicismo que instauró la Contrarreforma, es decir: no pienses, no leas. El exceso sin medidas de la inculcación y su práctica obligada, bajo amenazas. La religión católica de la patria, en su máxima coronación, sucedió al elevar al dictador Franco a los altares, llegando incluso, a pasearle bajo palio. ¡De traca! ¿Cómo no puede ser lógico y justificable que una gran parte de la población española sea anticlerical?
Aquí, en este país, entiendo que más que la religión lo que ha marcado ha sido el poder de la Iglesia, cuando, lo más conveniente, sería que esa Iglesia poderosa se hubiera mantenido en el ámbito privado de cada cual. El concordato que España tiene, desde hace decenios con la Santa Sede se me presenta un poco arcaico; se debería procurar tratar los asuntos entre ambos estados dejando a un lado la religión, es decir, de estado soberano a estado soberano, como se efectúa con cualquier otro país de manera corriente. Con ello se evitaría la desagradable sorpresa que nos produce escuchar en las noticias que, furtivamente, la iglesia católica se ha hecho dueña ante notario de la Mezquita de Córdoba por cuatro euros además de una lista innumerable de casas y fincas por toda España a través de un simple proceso burocrático, consentido por los distintos gobiernos españoles que denomina el obispado con el eufemismo de «inmatriculación». Lo de pagar el IBI, lo van pensando. Qué morro…
Toca ahora de escribir sobre los pagos que se hacen a la Iglesia a través de los Presupuestos Generales del Estado. Estos pagos se adelantan sobre lo que le corresponda tras la Declaración de la Renta; el Estado les entrega siempre más de lo que se ha recaudado, deudas que se acumulan pero que no se señalan en el déficit público. Tenemos que comprender, de una vez por todas, que en nuestra historia siempre ha llevado a confusión: la unidad de España con la unidad católica de España. Una conclusión de un servidor que es empíricamente demostrable: la mayoría de las guerras y de sus correspondientes matanzas han sido por tratar de imponer religiones unos pueblos a otros. La otra es del señor Gala, don Antonio: «La Iglesia dice que los caminos de dios son imprevisibles e inescrutables sus juicios. Yo creo que la mejor manera es quitarse de en medio porque, sino, te topa siempre. Ella es un buldócer».
He dejado para el final un chascarrillo de un maestro de la ironía y del cachondeo, el Gran Wyoming: «Ventajas que tiene la fe: te permite comulgar con ruedas de molino de grandes proporciones sin que queden afectados la dentadura y el aparato digestivo. Digo yo que, al menos, padecerán de cierto estreñimiento».
Desearía: que me disculparan las personas que se sientan ofendidas de algún modo por el escrito de hoy. Ellos tendrán sus razonamientos legítimos sobre este asunto. Yo expongo los míos, benditos lectores. Esto es lo que se ha llamado toda la vida de dios: respetar la libertad de expresión en democracia.
En el año 1998, Joan Manuel Serrat escribió con la acertada e irónica lucidez que acostumbra, sobre el tema de este escrito. La canción se la dedicó a los sectores más inmovilistas, a los que pretenden lavar cerebros y conciencias, y les tituló con la canción: «Los macarras de la moral».
Sin prisa, pero sin pausa,
como el «calabobos»,
desde la más tierna infancia
preparan el cebo:
«Si no te comes la sopa
te llevará el coco…»
«Los tocamientos impuros
te dejarán ciego…».
Y te acosan de por vida
azuzando el miedo,
pescando en el río turbio
del pecado y la virtud,
vendiendo gato por liebre
a costa de un credo
que fabrica platos rotos
que acabas pagando tú.
Son la salsa
de la farsa.
El meollo,
del mal rollo.
La mecha
de la sospecha.
La llama
de la jindama.
Son el alma
de la alarma,
del recelo
y del canguelo.
Los chulapos
del gazapo.
Los macarras
de la moral.
Anunciando apocalipsis
van de salvadores,
y si les dejas te pierdes
infaliblemente.
Manipulan nuestros sueños
y nuestros temores,
sabedores de que el miedo
nunca es inocente.
Hay que seguirles a ciegas
y serles devotos.
Creerles a pies juntillas
y darles la razón
que: «El que no se quede quieto
no sale en la foto…»
«Quien se sale del rebaño,
destierro y excomunión».
Sin prisa, pero sin pausa,
esos carcamales
organizan sus cruzadas
contra el hombre libre,
más o menos responsable
de todos los males
porque piensan por su cuenta.
Sueñan y lo dicen.
Si no fueran tan temibles
nos darían risa.
Si no fueran tan dañinos
nos darían lástima.
Porque como los fantasmas,
sin pausa y sin prisa,
no son nada si les quitas
la sábana.