Un nuevo atentado yihadista ha golpeado esta vez a Túnez, uno de los paises africanos más "occidentales" y con mayor estabilidad y seguridad… hasta ahora. Aunque la seguridad será ahora la misma, o mayor, ser el escenario de un atentado, que puede ocurrir en cualquier parte, afecta más a un país africano que a Francia, por ejemplo, y posiblemente incida drásticamente en su principal fuente de riqueza: el turismo. Es lo que buscaban…
El Estado Islámico sigue su escalada de terror en todo el mundo, y asesina allá donde le dejan un resquicio. No es la primera vez que hablo sobre ello, ni, por desgracia, será la única, porque seguimos siendo tibios en la respuesta internacional ante una amenaza mundial que aún no percibimos en toda su magnitud. La sociedad occidental deja, con buen criterio, que sean los paises directamente afectados los que tomen la iniciativa militar, pero, ¿hastá cuándo nos vamos a considerar los occidentales como "directamente afectados"?
Pocos grupos terroristas en la historia pueden compararse al Estado Islámico, si exceptuamos a Hitler y los suyos. Ha habido muchos, pero con este nivel de salvajismo, con este número de muertes y con esta extensión geográfica, pocos. Degollar, decapitar o quemar vivos a los rehenes, es lo habitual, pero una nueva forma de tortura se ha impuesto: los hacen luchar entre ellos como en un circo romano hasta que uno mata al otro. Luego, también muere el vencedor a manos de los sádicos yihadistas. Porque una de las preocupaciones del Estado Islámico es encontrar nuevas formas de tortura, cada vez más atroces, cada vez más brutales.
Estados Unidos no quiere embarcarse en una guerra terrestre contra el Estado Islámico, única forma de pararlo, porque no sería apoyada por la opinión pública. Tampoco la Unión Europea quiere "entrometerse" en asuntos "de otros países". Mientras tanto, en cada atentado mueren quince o veinte inocentes por un par de terroristas abatidos, y si ayer fueron una pareja de españoles los muertos en Túnez, la próxima vez pueden ser españoles en nuestro propio país. La amenaza es cierta y real como la muerte misma.
Que nadie piense en que se puede convencer a estos terroristas de nada. Ellos sólo tienen un objetivo, y es la destrucción de todo aquello que no sea ellos mismos, y nosotros sólo tenemos una opción, y es su desaparición.
No hay término medio.