Un niño nos ha dado una lección de cómo hay que comportarse en la vida. Sin apenas palabras, con el solo gesto de una palmada en la espalda, desintegra la vanidad, la superioridad, el fanatismo y todo lo negativo que llevamos dentro las personas.
El vídeo, casual, ha dado la vuelta al mundo. Un niño portugués, vestido con los colores de su Selección, seguramente muy feliz por haber ganado la Eurocopa, no duda en acercarse a consolar a un aficionado francés que llora tras la derrota de su equipo. Le da unas palmadas en la espalda, sinceras, sin atisbo de burla o algo por el estilo, y el francés, sorprendido, tarda unos segundos en reaccionar, hasta que le da un abrazo al niño.
Es una escena realmente conmovedora, al menos para mí. Es una pequeña luz enmedio de noticias generalmente malas, generalmente deprimentes y que generalmente muestran el lado contrario, el de la miseria humana. El niño simplemente se acerca y hace lo que se tiene que hacer. Probablemente, ésa sea la defición de la palabra deporte. En la vida en general, lo podríamos llamar muchas cosas, pero quizás lo podríamos concretar como un gesto de bondad.
Porque lo normal en estos casos es que los rivales vayan a burlarse, a reirse de su decepción. Muchas veces, por desgracia, nos divierte el dolor ajeno. Lo vemos cada semana en el fútbol: los seguidores del Madrid disfrutan más con una derrota del Barcelona que con una victoria de su equipo, y viceversa. Por eso, el fútbol, y los sentimientos que genera, están cada vez más cerca del circo romano que del deporte. Una pena.
Sólo espero que el niño permanezca anónimo, que no lo busquen para hacerlo famoso. Que no lo corrompan. Que siga su vida, como si tal cosa, porque como persona ha demostrado grandeza, y valor para mostrarla.