No hace mucho que asistimos al lamentable incidente entre seguidores del Deportivo y del Atlético de Madrid, que se saldó con la muerte de uno de los seguidores ultra. Podría parecer que esto es algo excepcional, pero la realidad es que es increíble que no ocurran más cosas en torno al mundo del fútbol.
Estas Navidades me invitaron a un partido en un gran estadio de nuestro país. Era la tercera vez en mi vida que asistía a un encuentro de primera, y encima en esta ocasión con dos equipos luchando por la primera posición en la tabla. El ambiente hasta el inicio del partido era excelente, incluso las personas que tenía a mi lado eran normales y corrientes, yo las calificaria de muy educadas, incluso. Sin embargo, fue sonar el silbato del árbrito, empezar el partido y cambiar todo de una manera radical…
Las personas que tenía alrededor mío mutaron y se transformaron en seres violentos, vociferantes e insultantes. No quedó un atisbo de educación, ni de modales. Tanto el árbitro como los jugadores del equipo visitante eran objeto de un constante insulto, y se podría decir que de poderlos tener a mano en ese momento, poco menos que los habrían destrozado. Si antes de empezar el partido me pareció excesivo el despliegue de seguridad dentro del campo, luego lo entendí perfectamente, y aún me pareció poco…
Más grave aún me pareció el que a mi lado estuviesen un padre y su hijo de catorce años, y que éste, de vez en cuando, se levantase y profierese insultos más grandes que él. Su padre, lejos de afearle esa conducta, ¡¡le daba la razón y lo jaleaba!! Yo no podía por menos que ponerme en la piel del árbrito y pensar que cobrase lo que cobrase, su trabajo no estaba pagado.
Lo triste es que esto no ocurre sólo en un estadio; es lo habitual en la mayoría de los campos de fútbol. Y tampoco ocurre tan sólo en los campos de primera, sino que es lo típico en primera, segunda y resto de categorías. ¡Hasta en los partidos entre niños pequeños escolares hay constantes incidentes de violencia, incluidos insultos y agresiones, generalmente por culpa de los padres!
¿Por qué ocurre esto en el fútbol, y no ocurre, o no ocurre tanto, en otros deportes? Es como si en el fútbol valiese todo, que fuera la válvula de escape donde vomitar toda la bilis que lleva uno dentro… Es una pena, porque un deporte tan atractivo se convierte así en un mal ejemplo, o en el peor ejemplo, de lo que es el espíritu deportivo. La violencia se ha convertido en un ingrediente casi imprescindible del fútbol, y todos sus implicados (clubes, jugadores, seguidores, medios de comunicación…) lo saben, y cada cual lo explota a su manera. Unos para ganar dinero, otros para dejar su frustración en la grada.
Por mucho que se tomen medidas antiviolencia en los campos, que está bien que se tomen, será imposible acabar con ella. La pasión futbolera no se expresa igual que la pasión en el baloncesto, o el tenis, por poner dos ejemplos dispares. El fútbol es un mundo aparte, donde la técnica, incluso la belleza de este gran deporte, se desvirtúan en un clima poco edificante en la mayoría de ocasiones.
Una lástima…
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