Los españoles estamos pasando de la fase sorpresa, a la fase aburrimiento. Nuestros políticos están dedicados en cuerpo y alma a demostrarnos lo poco que valen sus palabras y sus intenciones en las campañas electorales. Pero hemos llegado a un punto en que ni tan siquiera eso: de un día para otro son capaces de decir lo contrario sin que aquí a nadie se le caiga la cara de vergüenza.
Qué manera de engañarnos, los unos, los otros y los de más allá. Rajoy declina ser el candidato, de momento, en una desesperada maniobra para pasar la pelota al tejado de Pedro Sánchez. Pablo Iglesias pone entre la espada y la pared al líder socialista, y ya no traza líneas rojas, sólo de un naranja muy fuerte… aunque es evidente que no dejan de lado, ni mucho menos, el tema del referéndum en Cataluña. Sánchez quiere ser presidente a toda costa, y ya no le importa si se nota mucho o poco: hágase lo que haya de hacerse para ello, oye… Mientras tanto, Rivera, en una posición poco relevante pese a su número de diputados, mira a un lado y a otro, y le gustan todos y ninguno.
¡Qué país! A Podemos ya le vemos en su salsa: populismo puro y duro, y sobre todo, ansia de sillones y ministerios. Ansia de poder, vamos, igualitos que el resto de la casta. Ministerio de Defensa, sí señor, para tramitar desde ahí las ayudas sociales… ¿o no es ése el ministerio del ramo? Ah, pues es uno de los que piden… ¡Qué mal me suena! Parece, más bien, una provocación a nuestras Fuerzas Armadas, pero oye, que igual me equivoco y sólo quieren tenerlo controlado…
Al PP le siguen saliendo casos de corrupción hasta debajo de las piedras. Ha sido la tumba política de Rajoy y la semilla del cabreo en España. Con la gestión realizada por los populares en estos cuatro años y sin corrupción, otro gallo hubiese cantado para Rajoy, pese a los graves problemas sociales generados por sus políticas de ajuste. Pero esta lacra tan extendida ha sido la puntilla para dejar KO a un partido que, pese a todo, aún tiene más de siete millones de votantes. Tampoco le ha favorecido en nada la falta de diálogo, pero es que cuando uno tiene la mayoría absoluta, ni PP, ni PSOE, no lo olvidemos, se han caracterizado por ser especialmente generosos con el rival político. Un diálogo que ahora echa en falta el Partido Popular… ¡claro!
Pedro Sánchez es, sin duda, quien tiene la papeleta más compleja. Primero, por sus malos resultados electorales, y segundo por su cintura política, que es nula. Decir que quiere hablar con todos, excepto con el Partido Popular, que representa a muchos millones de españoles, dice mucho de su poco talante político. Creo que hablar siempre es bueno, y después ya hará cada uno lo que crea conveniente, pero en una situación como la actual, su actitud de desprecio hacia tantos ciudadanos viene a radicalizar más aún el momento político que vivimos.
La consigna es decir que España ha votado un cambio a la izquierda. Hombre, eso es relativo, porque si no, sumemos los números de votos y comprobaremos que esto no es exactamente así. Esto es la misma palabrería que de costumbre: gobierno de cambio, de progreso, de regeneración,… palabras que suenan bien para justificar ante los ciudadanos sus posiciones. Marketing político, que se llama. Repetir hasta la saciedad palabras para que queden en el subconsciente de la gente… Pues mira, no lo hacen mal, pero a los que estamos de vuelta de algunas cosillas, nos aburre bastante. Póngase usted a gobernar, y demuéstreme qué sabe hacer por este país, y déjese de zarandajas de agencia de publicidad.
Vuelvo a mojarme, y yo pronostico unas nuevas elecciones. Es la opción menos deseable, y hoy por hoy casi nadie la maneja, pero no soy optimista en este aspecto. Sólo hay que darse cuenta que asistimos a una guerra de y por partidos, no a una lección de consenso y democracia. Era lo esperado, pero no de forma tan descarnada. Repito que el PSOE tiene la sartén por el mango, porque el PP tiene aún menos margen de maniobra. Pero claro, Pedro Sánchez podría ser presidente nada menos que a costa del propio PSOE, que sería irremediablemente absorbido por Podemos. Técnicamente, las batallas las está gestionando mejor Podemos. Veremos quién gana la guerra.
Alguien me decía en medio de este caos que podría escribir un editorial sobre la anécdota de Bescansa dando de mamar a su bebé en el Congreso. Pero, la verdad, no le veo mayor trascendencia. Se trata de un gesto que trata de decir algo así como «mirad qué buenos y naturales somos los de Podemos». La asistenta de la millonaria Bescansa esperaba en la puerta del Congreso a que el gesto político terminase para seguir cuidando del bebé. No sé, no me parece ni bien, ni mal. Peor me parece la réplica de Fran Rivera, que se ha hecho fotos toreando con su bebé a cuestas… Esto sí que me parece de juzgado de guardia.
En síntesis, toda esta marejada que estamos atravesando tuvo algún momento que me pareció interesante, pero cuando los payasos del circo se dan las primeras cuatro tortas, la cosa empieza a perder gracia.