Es preocupante el aumento de las agresiones por parte de pacientes (o familiares) a los profesionales de la medicina. Si en 2010 se produjeron 9 agresiones en España, en 2017 se han contabilizado un total de 515.
En Castilla La Mancha también va aumentando el número de agresiones. En 2017 se produjeron 13, y en 2016, 11. Las agresiones van desde los insultos y las amenazas, hasta las agresiones físicas, que muchas veces motivan la hospitalización del agredido.
Los motivos que generan estas agresiones son muy diversos, aunque ninguno justificable, por supuesto. La mayoría de agresiones se producen por discrepancias con la atención recibida, pero también por el tiempo de espera en ser atendidos, ¡y por no coincidir lo que se les receta con lo que propone el paciente! Increíblemente, en la era de Internet y de San Google todos nos hemos convertido en galenos, y cuando vamos al médico ya sabemos qué es, exactamente, lo que nos tiene que recetar.
Antiguamente, el médico, sobre todo en los pueblos, era considerado como uno de los pilares esenciales en la sociedad. Se respetaba por todos, y por encima de todo, y era una pieza clave en los municipios. El cura, el maestro, el médico y el alcalde formaban el cuarteto de poder real, y todo lo que había que hacer en el pueblo, pasaba por ellos.
Sin embargo, el maestro y el médico despertaban un respeto mucho mayor, y más sincero, porque atesoraban los misterios del conocimiento y la salud de los vecinos, respectivamente. El maestro tenía en sus manos la responsabilidad de enseñar a leer y escribir, y de ayudar a los vecinos a alcanzar profesiones en las que muchos soñaban trabajar. El médico era poco menos que un dios, al que se admiraba, y en el que se confiaba plenamente.
Hoy en día, eso ha cambiado. Ese respeto ha variado sustancialmente, y al médico, o al maestro (que ya no es maestro, sino profesor), se le ha pasado a considerar como un funcionario que casi nos debe pleitesía. Pero yo pienso que, precisamente, esa ausencia de respeto, especialmente con los profesores, es causa de muchos males. Los profesores desempeñan una labor tan sumamente importante para la sociedad, que deberían gozar de mucha más autoridad de la que, desgraciadamente, pueden ejercer en sus aulas.
Y lo mismo pasa con los médicos. Aunque agredir a un médico está considerado como una agresión a una autoridad, no existe esa percepción entre los ciudadanos, y ya vemos cómo las cifras de agresiones van en aumento.
Es verdad que las esperas, en ocasiones, ponen de muy mala leche. O que uno va al médico autodiagnosticado, y que espera que le receten lo que sabe que le irá bien… Pero hay que entender que el médico no es culpable, generalmente, de los retrasos, y que tampoco hemos estudiado largos años medicina para saber qué medicamento nos conviene para nuestra dolencia.
Somos demasiado impulsivos, y tendemos a enfadarnos con mucha rapidez. Y, en cualquier caso, siempre podemos quejarnos si consideramos que nos han atendido mal. Lo que es inadmisible es que también los hospitales y centros de salud se conviertan en lugares donde crezca la violencia.
Por si no teníamos bastante con el fútbol…