Pensaba que el dolor podía expresarse con palabras. Pero es mentira. El dolor profundo de la ausencia es inexplicable e inabarcable, como un océano infinito de desesperación y de rabia.
La pérdida de un ser sinceramente querido, al que se quiere no porque hay que quererlo, sino porque no cabe otra posibilidad, te deja vacío, salvo de preguntas sin respuesta.
¿Por qué él…?
Antonio, te has ido y nos has dejado huérfanos a todos. Qué frase tan manida ésa que dice que siempre se van los mejores. ¡Pero qué cierta es en este caso!
Y de nuevo, una y mil veces, la pregunta… ¿Por qué él…?
Para los que lo conocíamos, no puedo añadir nada más. Para los que no, diré que era alguien que merecía la pena haber conocido. Ni siquiera pondré adjetivos, ni resaltaré nada en especial. Para mí, y para el resto de su familia y amigos, era alguien incomparable que nos aportó muchísimas cosas buenas. Sonará a tópico, pero no conozco ninguna negativa. Sí, es verdad que suena a tópico, pero tengo la seguridad de que todos lo compartís conmigo.
Antonio seguirá siempre con nosotros. Y cuando digo siempre, es siempre. Porque no queremos que se vaya, y el deseo es tan intenso que es imposible que desaparezca alguna vez de entre nosotros.
Y porque sé que él tampoco querrá separarse jamás de su mujer y de sus hijos, y que los acompañará, los guiará y los protegerá eternamente desde allá donde esté…
Te queremos, Antonio…