Poco se sabe de lo que puede pasar en las Elecciones de Cataluña. Frente al sentido común y las opciones razonables para una sociedad del siglo XXI, siguen la cerrazón y el extremismo más destructivo como alternativa.
El independentismo ha quemado ya todas sus naves. Quemó la última el día que proclamaron esa farsa de «república catalana», y su capitán, tras quemarla, se subió a un yate para ver el espectáculo a distancia. El ridículo fue espantoso en todos los sentidos, pero son tantos meses de noticias increíbles, que ya nada nos puede sorprender.
Es patético observar cómo el radicalismo catalán se ha subido ahora a ese otro barco de la mentira, ese gran trasatlántico internacional de donde salen los bulos y falsedades que tratan de manipular a la opinión pública mundial. Sin miramiento alguno, sin vergüenza, sin respeto por nada, ni por nadie: el objetivo está por encima de todo.
La sociedad catalana sabrá qué prefiere: seguir hundiéndose en la radicalidad, o recuperarse y avanzar. Si cree que la solución está en el aislamiento internacional, en el sometimiento a los fundamentalistas, a la dictadura del odio… votarán a favor del independentismo. De lo contrario, existen otras opciones, de todos los colores, que apuestan por Cataluña.
Hoy se han conocido las instrucciones que tienen los interventores de algunos partidos radicales. Quiero pensar que no podrán llevarlas a cabo… Pero la sola idea de que intenten manipular los resultados, es estremecedora. Que se pretenda coaccionar y amenazar, y dificultar el voto de opciones no independentistas, es, o era, impensable en la Cataluña que todos conocíamos. ¿Dónde ha ido a parar la Cataluña moderna, integradora y avanzada? ¿Dónde quedó el respeto por la Democracia, por la Justicia…? ¿En qué momento dejaron de importar las personas en Cataluña?
Los ciudadanos de España estamos expectantes ante lo que se va a decidir en las próximas horas. Los que más se la juegan, son los catalanes, sin duda alguna. Son los que más pueden ganar, pero también los que pueden perderlo todo. Otro gobierno que sólo mire por sus intereses particulares, puede poner la puntilla a Cataluña.