El gobierno catalán se ha quitado la careta. Y lo que se ve debajo es peor de lo que imaginábamos. Ni le importan las leyes vigentes, ni le importan los catalanes, ni mucho menos el resto de españoles. Y lo peor es que nos dirigimos a un enfrentamiento abierto y real, muy difícil de detener.
En todo este proceso, los catalanes de bien, respetuosos con el Estado de Derecho, aquellos que creen en la Democracia real, son los que más están sufriendo, y los que más van a sufrir a partir de ahora. La guerra abierta, ya sin tapujos, entre los facinerosos del gobierno catalán, junto a los sectarios de la CUP, profundamente xenófobos y radicales, cuya única idea de país es que no haya país, y el resto de España, ya no tiene vuelta atrás. Por supuesto que no van a conseguir sus objetivos, pero nos acercamos al ojo del huracán, el escenario que añoraban los secesionistas: el caos.
Ante la incapacidad de conseguir por métodos legales la independencia, han optado por la política de tierra quemada, como en cualquier guerra convencional. En las guerras, cuando un ejército se retiraba presionado por el enemigo, quemaba las cosechas y todo aquello que pudiese tener valor. En Cataluña está ocurriendo lo mismo: no va a quedar piedra sobre piedra. Ni el Estado de Derecho, ni la democracia, ni las leyes que nos hemos dado, tienen ya valor en Cataluña.
Las leyes son lo que sustentan cualquier democracia. En los estados totalitarios, o en las dictaduras, no son tan importantes, pues son los ejércitos los que sustentan el poder absoluto en torno a una figura que está por encima de todos. Y eso, precisamente, es lo que pretende Puigdemont: convertirse por la fuerza en el reyezuelo de Cataluña, pisoteando los derechos del resto que no piensa como él. Pero España es un país democrático, y su gobierno no tiene otra opción que defender a todos sus ciudadanos, sus valores y sus leyes. ¿Qué legitimidad le queda al gobierno catalán, cuando cree estar por encima de la ley? Por otra parte, ¿con qué ejército cuenta Puigdemont para mantenerse en el poder? ¿Con los de la CUP?
Porque que nadie se confunda: esas leyes que dicen tener en Cataluña, creadas a imagen y semejanza de un gobierno deslegitimado, no sirven para nada. Son la excusa para la confrontación, para la ruptura social. Se pretende dar la sensación a nivel internacional de que España es un país opresor, antidemocrático, una pretensión miserable por parte del gobierno catalán, que quiere manchar, como sea, todo lo que suene a español. Y mientras, más de la mitad de la sociedad catalana se encuentra reprimida, amordazada, atemorizada, algo que a los medios de comunicación catalanes no parece importarles. Imagino que la lluvia de millones en subvenciones ayuda mucho…
Pero el mundo está bien informado de la situación, y pocos ofrecen su apoyo a los secesionistas. Ya no pueden engañar a nadie, por mucho que lo intentan, y por mucho que lo van a seguir intentando. Nadie apoya este intento vano de golpe de estado, la pretensión de dividir un país de forma unilateral convirtiéndose en delincuentes de hecho. El problema es que estamos hablando de radicales y xenófobos que de quemar banderas o Constituciones, pueden dar un paso adelante y abrir la Caja de Pandora. De ahí a un enfrentamiento directo, apenas hay nada.
Mientras, Cataluña se hunde poco a poco. Las empresas se van, y muchas disponen del llamado «botón rojo», que les permite cambiar su sede social en 24 horas, ante la incertidumbre creada. Otras empresas lo tienen peor, como es el caso de la banca catalana, cuya angustia va en aumento en los últimos días. No es ningún secreto la retirada de efectivos de los bancos y cajas catalanas por el miedo a lo que pueda pasar, y eso sí es una noticia de envergadura. Aunque no hay porqué alarmarse, mucha gente no se fía. Quizás con razón.
También circulan listados de empresas catalanas que apoyan el independentismo. ¿Es legítimo advertir de qué empresas apoyan la independencia? Yo creo que sí. Si estas grandes empresas catalanas demuestran su rechazo al resto de españoles, ¿por qué consumir sus productos, o por qué no, al menos, conocerlas y luego obrar en consecuencia? El libre albedrío, con conocimiento de causa, está para algo.
La situación ha llegado a un punto que, en mi opinión, hay que contestar de alguna forma. España, en general, se ha mantenido tranquila hasta ahora. Ha soportado los insultos hacia todos nosotros por parte del gobierno catalán y de los independentistas, han quemado nuestra bandera o las de otros países de Europa, e insultan sin reparo a los representantes del gobierno y la oposición, indistintamente, es decir, a los representantes políticos que el pueblo ha elegido. Creo que ha llegado el momento de ser más contundentes en nuestras opiniones, y no decirlas en voz baja. Incluso echo de menos del gobierno español, ahora sí, más contundencia dialéctica, sobre todo cuando payasos como Rufián cobran el potosí que cobran de todos nosotros por ir a reirse de todos nosotros al Congreso.
Creo que la situación se va a poner tremendamente tensa en los próximos días. Los enfrentamientos pueden pasar a mayores en cualquier momento, y las decisiones políticas van a subir de nivel de una manera exponencial. De las querellas y denuncias se puede pasar a algo más grave, y me temo que tenemos que estar preparados.