Artículo de Opinión | José Sánchez Amorós /
Pues sí, señoras y señores, el reloj de la torre está parado, sus agujas caídas en una fea posición. La maquinaria de este reloj, por su enorme valor artesanal, obra de algún relojero forjador consumado, dejó «ojipláticas» a diferentes personas que lo conocieron y que son autoridad en este tipo de maquinarias.
Por desidia, este reloj ha quedado en un estado de descuido y desinterés absolutamente inaceptables. Se tuvo la peregrina idea de sustituirlo por un artilugio nuevo y que las horas tocasen con la nueva campana Gorda, que tiene un sonido ferocísimo capaz de dañar la sensibilidad más recia, cuando es la campana del Sermón la que siempre ha ejecutado este honroso cometido y el sonido de la cual es más noble. Esta es una campana del siglo XVIII coetánea del reloj y la más antigua y valiosa de la torre.
Es el caso que el reloj de la torre tiempos atrás tocaba todas las horas del día, incluso en la noche, y vecino como fui de La Villa no oí a nadie decir que eso molestaba. Más bien acompañaba en caso de padecer de insomnio.
Pues bien, como miembro de la Asociación «Gremi de Campaners de la Catedral de València», tengo el deber de velar por el reloj, que es uno de los cometidos de este tipo de asociaciones, puesto que los relojes de torre están siempre en relación con las campanas.
La llamada de atención es en primer lugar para las Autoridades Municipales locales, pues dicho reloj y la campana del Sermón, son concesión del Ayuntamiento de Caudete, aunque estén en la torre, la cual pertenece a la iglesia y, por tanto, a la Diócesis de Albacete, desde el año 1950, a la que pasó a formar parte de manera administrativa procedente de la muy histórica de Orihuela, en la que Caudete gozaba de una categoría sobresaliente.
José Sánchez Amorós