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Cultura, o algo parecido Artículo de Óscar de Caso

La historia de la Cultura, a mi entender, se me muestra un poco peculiar, dando de lado a aquellos pacíficos santos que escribieron los inescrutables sucesos que narra la Biblia. Más cerca en el tiempo, me remitiré a aquellos monjes que convivían en monasterios, particularmente aislados, que escribían la historia de Europa. ¿Qué sesgos intrínsecos poseían? ¿Cómo se ilustraban? ¿Acaso no prendían fuego a aquellos libros que censuraban? ¿Debemos considerar historia de la Cultura los escritos de esos acendrados frailes?

En la actualidad, los protagonistas de la Cultura, vienen a ser: los escritores, las personas que componen los equipos cinematográficos, escultores, ustedes ya saben… y, últimamente, incluso los que montan performances en el parque del Retiro en Madrid. Casi, casi, cualquiera.

Como es consecuente, en estas fechas de bitcoin y demás trapacerías, se ha montado, no podía ser menos, una industria paralela a la Cultura. Los accionistas son todos aquellos masajeadores diplomados en lamer culos, que se arriman a grupos culturales con el ansia de obtener algún lucro económico.

El Ministerio de «La» Cultura (nunca de Cultura), mande quien mande, se dispone y propone, qué: los peatones tan sólo consumamos aquella cultura que los señores del castillo consideren apropiada a nuestras frágiles y susceptibles neuronas; que no decidamos por nosotros mismos lo que queremos aprender; que no estamos capacitados a discernir entre cultura progre y otras culturas. Para obtener esa fidelización sin reservas, se gastan ingentes e infames cantidades de dinero, del nuestro, en otorgar arbitrarias y prevaricadas subvenciones a todos los que estén dispuestos a dar esplendor al esfínter del grupo político que en esos momentos lleve la batuta. Ambos, lamedor y lamido, se sienten encantados de conocerse. Este compadrado ministerio, en su desmesurado y loable interés en protegernos de aviesas influencias, nos advierte, con regañina incluida que, si no nos sumergimos en «su cultura», nos convertiremos en irredentos fanáticos.

Hago punto y aparte, para colocar una frase contundente de mi admirado Juan Soto Ivars: «Afirmar que la cultura vacuna contra el fanatismo es un brindis al sol, tampoco se arreglan los problemas sociales con más educación. Dale muchos libros a un fanático y obtendrás un fanático pedante». Apunta, también, el periodista, que es mucho más interesante hablar de conocimiento que de cultura; el conocimiento es inalterable, la cultura se politiza de modo inexorable, según necesidades de los amos.

Con «su» Cultura de masa madre, los gobiernos pretenden que aprendamos muchas cosas, pero a pensar, ¡No! Si te atreves a pensar o a aprender por tu cuenta, puedes ser un peligro considerable para el poder. ¡No, hijo no, ni se te ocurra! Te increpan.

Los paisanos que se aglutinan en la zanja de la derecha más retrógrada, no albergan duda alguna de que la cultura es la culpable del ingente aumento de la homosexualidad; así mismo, dicha cultura ha provocado que el matrimonio sea solamente un trámite para lograr el divorcio, y como consecuencia muy plausible, la pareja folle menos para procrear. Todo esto, es pura sociología…

En las últimas décadas, la engañosa y voraz industria de la publicidad, coloca en un segundo plano a la cultura patrocinadora, ayudando y dándole brillo a la marca publicitada. La cuestión no es patrocinar la cultura, sino de ser la cultura.

En el nuevo y próspero negocio de la cultura moderna o algo parecido, para que puedan sobrevivir y almacenar tesorería los pícaros, éstos se han inventado el arte posmoderno o contemporáneo, para desvalijar los dineros a los snobs y estultos. Como asomo de iceberg de este abyecto negocio, se ha parido desde hace años la exposición ARCO, visitada y elogiada por las majestades de turno, masajeada por la grey de críticos culturales creados exprofeso para alentar este mercado de basuras extravagantes. A esta logia del arte, acuden e incomprensiblemente adquieren estas mierdas, tan solo tipos que se encuentran dotados de descifrar lo indescifrable, ¿cómo?: observando un ladrillo encima de un taburete, y colocando su precio exorbitante junto a esta tontería.

Lo dicho, benditos lectores: peor es robar.

POSDATA.- Si tienen ánimo de divertirse, un servidor les aconseja que acudan, aquí mismo, a Caudete Digital, en la sección: «Leer todos los artículos de Óscar de Caso», el titulado «Reestructuración radical en el Ministerio de la Cultura«, fechado en 18-03-2024.

Está escrito por obra y con mucha gracia por el señor Boadella, don Albert. Garantizo, al menos, algunas sonrisas. De verdad.

Óscar de Caso

Colaborador de Caudete Digital en cuestiones políticas