Si bien el país parece haber tomado esta Navidad con algo más de fuerza, lo cierto es que España se encuentra en un periodo de tristeza generalizada. Los recortes en todo y el pagar más por todo ya apenas causan reacción en los ciudadanos. Se ha asimilado el hecho de que esto es así, de que si antes vivíamos por encima de nuestras posibilidades, ahora, al menos por unos años, tendremos que vivir muy por debajo. Estamos en el valle de la crisis, y la única esperanza es que remontemos lo suficiente para encontrar nuestro sitio real. Pero, por favor, que nunca remontemos más de lo que podamos saltar sin rompernos las piernas.
En cuanto a la política, este año que nos deja ha supuesto mi decepción con la misma. Tengo que decir que la política me ha hecho encontrar muchos amigos, algunos excepcionales, pero también me he convencido de que en nuestro pueblo tienen que cambiar profundamente muchas cosas para que se pueda trabajar en bloque entre todas las fuerzas políticas. Más que faltar, sobran cosas: intolerancia, rencor, fundamentalismo. El pasado está más presente que el futuro, y condiciona nuestro presente hasta tal punto que ni nos sirve para aprender, ni para mejorar, tan sólo como un arma arrojadiza que ya no tiene ni fuerza, ni valor en ningún sentido.
Ha sido también un año con pérdidas muy sensibles, personas que se nos han ido y que han dejado huecos difíciles de llenar por su valía y profesionalidad, algunas de ellas muy jóvenes. Paco Domenech o, recientemente, Antonio Conejero, han sido dos de estas personas, pero también nos dejó, por ejemplo, Vicente Lillo, primer alcalde de Caudete del periodo democrático.
Pero, según reza el título de este editorial, tengo que expresar mis deseos para el próximo año…
En primer lugar, deseo trabajo. No habrá para todos, pero que sea para el mayor número de personas posible. Y que sea para los que más lo necesitan: los que necesitan comer, los que corren el riesgo de perder su casa, los que apenas pueden mantener calientes a sus hijos. Lo primero, esto.
En segundo lugar, deseo que Caudete siga tan solidario como está demostrando ser. No hay campaña solidaria en la que no se vuelquen los caudetanos, incluso aquellos con pocos recursos… Y me consta. Eso es para quitarse el sombrero, porque sólo el gesto de colaborar alegra los corazones del que da, y del que recibe. Y hay muchos para recibir, por desgracia, pero también son muchos los que dan, y eso da esperanza a aquellos que están mal, pero también a quienes ven negro su futuro, porque saben que no estarán solos llegado el caso.
También deseo un año de políticos responsables, y me incluyo en el lote. Que todos, por una vez, miremos por el bien común y no por el mal del adversario. Que todos podamos hablar en confianza, que se planteen buenas ideas para que Caudete avance, y que las apoyemos. Que dejemos de lado la mala leche y demos la cara si hay que darla por nuestro pueblo. Que seamos capaces de hacer un solo pleno con un ambiente de verdadera colaboración… y en el que reine la buena educación.
Y con esto, me daría por satisfecho. En cualquier caso, cada cual tendrá sus íntimos deseos para 2014, así que… ¡¡Feliz Año!!