El pasado jueves, Amelia Verdú presentó su dimisión como concejala del Ayuntamiento de Caudete. Se despidió en el Pleno, delante de toda la Corporación, con un emotivo discurso que dejó muchas cosas claras y otras para los buenos entendedores, pero que puso de manifiesto, una vez más, su forma de hacer las cosas: con sinceridad, con orden y conforme a sus principios, siempre inamovibles.

Meli demostró desde el primer día una gran capacidad de trabajo, luchando a diario por llevar adelante cada uno de sus proyectos a pesar de la mala situación económica, algo común en el resto de sus compañeros, pero que no por ello hay que dejar de mencionar. Pero a esto tuvo que añadir que el destino la llevase a trabajar a muchos kilómetros de Caudete, lo que supuso un mayor lastre a sus tareas municipales, aunque no por ello sus concejalías se resintieron, a costa de un mayor esfuerzo por parte de Meli. Pero todo tiene sus límites, y, según ella, el suyo ha llegado.

Según dijo en su discurso de despedida, unos la han ayudado en su labor como concejala, y otros no. Es una frase ambigua, que no concreta en nada, ni en nadie, pero que deja en el aire algunos interrogantes sobre los que no voy a elucubrar. Y es que a veces, sólo el tiempo va contestando preguntas que aparentemente hoy no tienen respuesta.

Lo cierto es que no todos los que iniciamos la aventura de gobernar Caudete hace más de tres años seguimos o mantenemos el estatus original. Ha habido cambios importantes desde entonces, y será al final de la legislatura cuando corresponda un análisis profundo de todo lo que ha sucedido en este periodo. Hoy lo que toca es despedir a una compañera como Meli, que me consta que ha trabajado y se ha esforzado mucho por dar lo mejor de sí misma en favor de todos los caudetanos… Echaré de menos tu sempiterna agenda, en la que no soy capaz de calcular la tinta de cuántos bolígrafos habrás escrito…

¡Mucha suerte, Meli!