Aylan Kurdi, el niño que yacía muerto en la playa, murió en vano. Sólo ha valido para que hagan negocio los proveedores de alambradas, los traficantes de personas, incluso algunas agencias como Frontex, cuyos miembros cobran un plus de guerra por ayudar en la zona, pero que se limitan a vigilar el mar, sin saber hacer ni una maniobra de primeros auxilios… ¿Qué hacen alli, salvo ganarse un buen sueldo viendo morir a cientos de personas?
Europa discute cuotas y levanta muros, mientras hombres, mujeres y niños se ahogan en el mar o desfallecen bajo la lluvia helada. Pronto será la nieve y el hielo, el frío invierno acecha. Los que no querían morir bombardeados, o asesinados, mueren desamparados a unos metros del confort europeo. Ya no son noticia de primera plana. Para su desgracia, son ya muchos los Aylan que aparecen en los telediarios, y el horror constante nos inmuniza. ¡Maldita mente humana!
Sí, entendemos que hay que repartir a tantos refugiados, o que los países que los acogen tienen que recibir dinero. Entendemos que hay países que no pueden soportar esa carga, como entendemos que hay otros que sí que pueden. Y entendemos que se llegará a una solución tarde o temprano, pero ¡por Dios! entre el tarde y el temprano hay mucha muerte, ¡hagámoslo ya! ¿Qué esperamos para que lleguen refugiados a España? ¿No pedimos que Caudete también acogiese en la medida de sus posibilidades a alguno? ¿O eran meras palabras?
Ayudar con un techo, una manta y un pedazo de pan está al alcance de todos. Pero la inmensa mayoría, somos cómodos, sencillamente. También es cierto que miles de europeos se han volcado en ayudar, con su dinero, con sus casas, con su trabajo in situ, a veces jugándose la vida, como ese grupo de Badalona de la ONG Proactiva, que con sus motos de agua ayudan a diario mucho más que los barcos «oficiales» desplegados en la zona. Se la juegan en cada rescate, pero no cejan en su empeño, aunque su indignación ante lo que ven no tiene límites. «Nos avergonzamos de Europa», dicen.
A todo esto, en muchos países se reaviva la xenofobia. Surge el fanatismo, se queman albergues, se lanzan proclamas contra los extranjeros. En las urnas ganan quienes pretenden dar con la puerta en las narices a los que no han tenido su suerte. El egoísmo más brutal empieza a campar a lo largo y ancho de nuestro continente…
¿Países civilizados? Tengo mis dudas…
Miguel Llorens