En esta nueva sociedad se ha instalado una precarización tan profunda que ha logrado que la escala social de los trabajadores descienda de categoría significativamente. Los pocos trabajadores fijos que quedan están luchando por mantener los derechos adquiridos. Se les está señalando como culpables y privilegiados; con ello el capitalismo galopante busca un culpable. Con esta treta se hace creer a los jóvenes que no encuentran trabajo que los únicos causantes de su lamentable situación son los sindicatos, que apoyan a estos trabajadores con contrato fijo, que una parte vive del dinero público.
A estos jóvenes se les engaña, argumentando que para crear nuevos empleos se les recorten los derechos a los indefinidos. Si así fuera, los nuevos contratos serían de menor cuantía y de menor número que los anteriores, serán sólo por días, semanas o meses, y con indemnizaciones mucho menores.
Los neoliberales han inventado otra falsa verdad: La nueva distribución sólo debe aplicarse en el seno de cada clase social o grupo; nunca entre unas clases sociales y otras. Aseveran que, en el marco de la globalización, la redistribución no es aconsejable hacerla desde el capital al trabajo, ni de las clases medias a los pobres. Si no se hiciese de este modo los empresarios ricos se instalarían en aquellos países donde los impuestos sean más bajos, que casi siempre coinciden donde hay más libertad de capitales y el Estado de Bienestar sea muy débil.
Esta nueva forma de contemplar la relación democracia y capitalismo con las reformas laborales y fiscales que se han decretado en los últimos tiempos reducen los impuestos al capital, eliminan los impuestos al patrimonio y a las sucesiones y donaciones. Para que el capital obtenga este «chollo» los asalariados sufren estas nuevas reformas que obligan a «megaflexibilizar» el mercado de trabajo.
Que no nos engañen, las graves reformas laborales que se aprueban, lo único que consiguen es eliminar derechos adquiridos con auténtica sangre, mucho sudor y abundancia de lágrimas. Se elimina lo que es seguro, para prometer lo que es incierto. En cambio, estos forajidos nunca rinden cuentas en juntas generales de sus acciones democráticas.
Que no vuelvan a engañarnos, que una persona que tiene trabajo no es un privilegiado con respecto a otro que no lo tiene; que un asalariado con contrato indefinido no es otro aventajado comparándolo con aquel que no lo posee; que el que tiene 2.000 euros de sueldo es otro privilegiado en semejanza con un mileurista.
Los que intentan lograr estos malditos nuevos invisibles es que tengamos envidia de nuestro vecino, porque se nos cuele y nos adelante, que mostremos antipatía por los que compiten por las migajas. Entonces, benditos lectores, la lucha de clases se convierte en la envidia dentro de la clase.
En la primavera de 1970 Serrat grabó el disco Serrat 4. La canción de hoy se titula «Temps de pluja» (Tiempos de lluvia). Se canta la ruptura de una relación amorosa. Es tiempo de comenzar de nuevo y desear suerte a la otra persona que emprende un nuevo camino.
Cualquier día al atardecer,
detrás de la ventana
sientes su aliento de otoño,
triste y dulce, es cómo un llanto
que el viento nos acerca
y que suena a la puerta,
se asienta a la mesa.
Lo sientes allí, no hace falta que diga una palabra
para saber que ha llegado el fin.
El Tiempo de Lluvia.
Tiempo de amar a media voz,
de recoger lo que han lanzado por todas partes.
Es el tiempo de lluvia.
Hace falta volver a vaciar el armario
mientras las hojas del calendario
van cayendo sin hacer ruido.
De olvidar la barca al muelle.
Cuando nunca se acaba el amor ni la amada
se asienta a la mesa.
Lo sientes allí, no hace falta que diga una palabra
para saber que ha llegado el fin.
El Tiempo de Lluvia.
Tiempo de amar a media voz,
de recoger lo que han lanzado por todas partes.
Es el tiempo de lluvia.
cerca del fuego.
Hay lugar para todos los dos.