España envejece. Dentro de cincuenta años, España habrá perdido cinco millones de habitantes, y uno de cada tres serán mayores de 65 años. El dato no es solamente preocupante. Yo diría que es muy preocupante.
El Instituto Nacional de Estadística ha publicado estos días una perspectiva demográfica demoledora. La reversión histórica se produce cuando hay más personas mayores de 65 que menores de 15, y este punto de inflexión se produjo en España en el año 2000. Además, fuimos uno de los primeros países del mundo en llegar a este hito tan preocupante. Ahora, ya son más de 30 países los que han llegado a ese punto, por lo que se estima que, de seguir así, en 2075 el planeta albergará más personas mayores que niños.
Las consecuencias de la reversión histórica son muchas y todas ellas negativas. Estos días se habla mucho en España de las pensiones, y de la rebaja de la llamada «hucha de las pensiones» (técnicamente, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social). Bien, pues el problema de las pensiones es una de las consecuencias que se tendrán que ir resolviendo en un plazo corto de tiempo. Porque con la longevidad que disfrutamos en nuestro país, con una tasa de fecundidad casi por los suelos, un número creciente de dependientes del Sistema, un nivel de paro del 20% de la población activa y un déficit superior al 1,5% del PIB en la Seguridad Social, España tendrá problemas para pagar a sus pensionistas si no se llevan a cabo reformas en profundidad.
Una de las propuestas que hacen algunos expertos es la de subir el IVA y dedicar una parte a pagar la factura de las pensiones. Esta es, quizás, la opción más razonable, pero lo que está claro es que el dinero tiene que salir de algún sitio. «Algún sitio» también se puede traducir por «impuestos»… Pero ni siquiera es todo tan fácil, porque en un país en el que cada vez hay menos personas que aportan impuestos, y que, a la vez, tienen unos ingresos, de media, simplemente paupérrimos, la presión tributaria podría generar una espiral sin fin que pondría en serio riesgo todo el sistema.
Una cuestión añadida es que desde hace 3 ó 4 años, muchos inmigrantes que llegaron a España en busca de un futuro mejor han vuelto a sus países de origen como consecuencia de la crisis. Un alto porcentaje de estas personas trabajaban y cotizaban a la Seguridad Social, y ahora cada día se reduce el número de extranjeros en nuestro país. Habrá quien se alegre por ello, pero la realidad es que la aportación a las arcas del estado era considerable.
Al paso que vamos, incluso en el punto que estamos ya, es un hecho que los gastos superan a los ingresos. Cada vez menos contribuyentes tenemos que pagar más para sostener todos los servicios del país, aparte de los mayores gastos directos en la población, como un mayor gasto sanitario y farmaceútico. Pero los problemas derivados del envejecimiento de la población no se limitan a cuestiones meramente económicas, sino que se pueden desencadenar otros, como el aumento del paro, los conflictos generacionales, mayor número de personas solas, etc.
En España no se está haciendo nada por aumentar la tasa de natalidad. Una cuestión tan básica como es el futuro de los ciudadanos o, simplemente, tener ciudadanos, no se ha abordado por ningún gobierno de forma seria desde la Transición. Es cierto que en mayo de 2015 el gobierno aprobó el llamado Plan Integral de Apoyo a la Familia, pero los efectos, por el momento, son más bien escasos.
El descenso de los matrimonios, el aumento de los divorcios, el acceso de la mujer al mercado laboral, la expansión de los sistemas anticonceptivos y los bajos sueldos son algunas de las causas de la baja natalidad en nuestro país. Evidentemente, no se trata de obligar a tener hijos, sino de ayudar a quienes quieren tenerlos y tienen dificultades para ello, tal y como ocurre en otros países. Un plan estatal serio para fomentar la natalidad se estima que podría ser muy efectivo, pero también muy caro. Y los políticos buscan más bien la renta a corto plazo, y no suelen ambarcarse en proyectos a medio o largo plazo que tengan una difusa percepción de resultados por parte de los ciudadanos. Simplemente, hay cosas que no dan votos, a pesar de ser vitales.
Bueno, pues ánimo a los que estáis en edad de tener hijos… ¡El país os necesita! Así que, menos tele… ¡y al tema!