Grecia se ha convertido en el centro de atención de Europa, y también su nuevo gobierno, encabezado por Tsipras, del partido Syriza. Y es que enmedio de una situación económica insostenible, Tsipras se hace cargo de un país prácticamente en bancarrota al que ha hecho unas promesas cuando menos extremadamente complicadas de cumplir. De hecho, los mismos que lo votaron corrieron al día siguiente a sacar su dinero de los bancos. Y no es una broma, en 48 horas se desencadenó una fuga de depósitos en torno a los 11.000 millones de euros que puso en riesgo la liquidez de las entidades bancarias griegas.
Así, la desconfianza es absoluta entre el gobierno griego, los estamentos europeos y el propio pueblo griego, que aún reclamando un cambio, y aún estando del lado de su gobierno, no se fía en absoluto de sus promesas. Pero como lo último que hay que perder es la esperanza, no queda más remedio que esperar el resultado de unas negociaciones que se suponen complejas. Más aún si, como estamos viendo, el gobierno griego basa una parte de su discurso en recordarle a Alemania que tiene una deuda pendiente con Grecia desde la Segunda Guerra Mundial… No creo que empezar a amenazar a quien hasta el momento le ha salvado los muebles en los últimos años sea una buena estrategia negociadora, pero eso no quita para que lleven una parte de razón.
En 1953, el Acuerdo de Londres permitió la anulación del 62,6% de la deuda que Alemania mantenía con muchos países europeos desde la Segunda Guerra Mundial, entre ellos España y también Grecia. Eso permitió a Alemania su recuperación y no sólo eso, sino convertirse en una potencia económica mundial. Ahora Grecia pide algo parecido, salvo con una diferencia: lo que ha llevado al país heleno a la quiebra no ha sido una guerra, sino una corrupción brutal, un descontrol absoluto en las cuentas públicas y una economía sumergida que se cifra en nada menos que un 40%. Una de las causas fundamentales del declive, la gota que colmó el vaso, lo supuso la organización de los Juegos Olímpicos en 2004, una sangría de fondos públicos que una marea de comisionistas políticos y empresarios se engulleron para siempre.
Como resultado de todo ello, Grecia vive una situación caótica de extrema gravedad que requiere de acciones inminentes. Tsipras pretende iniciar una acción humanitaria para ofrecer luz gratis a los más necesitados, así como alimentos y acceso gratuito a la Sanidad. También quiere readmitir en sus puestos de trabajo a los funcionarios despedidos por el anterior gobierno y subir el salario mínimo hasta los 751 euros mensuales, cuando, por cierto, la productividad griega es del 50% comparada con la de España.
En el capítulo de ingresos es donde Tsipras tiene unas dificultades casi insalvables. Ha prometido a sus electores no renovar el Plan de Rescate con la Unión Europea, y no quiere más recortes ni austeridad. Bueno, yo tampoco, pero le recuerdo al señor Tsipras que me debe 600 euros, como a todos los españoles, y que también estamos jodidos… Aún así, yo puedo aguantar sin esos 600 euros (26.000 millones de euros debe Grecia a España) si los griegos hacen algo por evitar la hecatombe en su país, pero, ¿subir el salario mínimo en estos momentos, por ejemplo, es una solución? Eso generará subidas en los precios de sus productos manufacturados, menos exportaciones y más paro, puesto que la economía no está equilibrada, pero no hay que ser un experto para saberlo.
Las medidas que propone el gobierno griego para pagar la ayuda humanitaria que pretende ofrecer a los más necesitados son vender uno de los tres aviones del gobierno, reducir a la mitad los coches oficiales y reducir el número de consejeros. Al menos, éstas son medidas razonables que, a estas alturas, no se entiende cómo no se han llevado antes a cabo. Pero el problema financiero tiene mucho más calado, y no parece que haya medidas concretas para llevar adelante el plan de Tsipras… ¿O hay algo más que todavía no ha salido a la luz?
Quizás sí, o quizás no… Lo cierto es que China y Rusia me recuerdan a esos buitres que hacen círculos sobre el antílope moribundo. Ambas potencias estarían encantadas de prestar, si no regalar, ese dinero que tanta falta le hace a Grecia a cambio de alguna concesión, cesión, tratado, convenio,… ¡qué sabe uno! Grecia ocupa una posición geoestratégica de primer orden, y de momento, esta semana los helenos ya han conseguido entorpecer la ampliación de sanciones a Rusia con motivo de la guerra en Ucrania.
Es posible que Tsipras y su gobierno puedan permitirse cierta altivez frente a Europa si esconden un as bajo la manga, pero eso también puede volverse en su contra si tenemos en cuenta que Grecia vive básicamente del turismo. Pero a partir de aqui, ya todo es una pura incógnita, y el abanico de posibilidades, inmenso. Lo deseable es que Grecia haga frente en primer lugar a esa crisis humanitaria que sufre buena parte de su población, y después que se llegue a puntos de encuentro razonables que permitan al país recuperarse, y luego, crecer.
Todo lo demás puede suponer desequilibrios demasiado importantes para la estabilidad europea, incluso mundial.