La brecha salarial entre hombres y mujeres sigue abierta. En un escandaloso porcentaje, las mujeres cobran menos por hacer trabajos similares a los de un hombre.
La sociedad española avanza en igualdad, pero no al ritmo que sería deseable. Casi todos los días tenemos en los telediarios noticias de mujeres muertas a manos de sus parejas, o exparejas, la parte más terrible de un problema que nos afecta a todos. Las medidas policiales y de apoyo a las víctimas están muy bien, pero, en mi opinión, el quid de la cuestión está en la educación, en erradicar desde niños conductas machistas y violentas que luego serán difíciles de contener y reconducir. El sentido de posesión del hombre sobre la mujer sigue arraigado en una parte de nuestra sociedad.
Entre el resto de problemas que afectan a la igualdad o, mejor dicho, a la desigualdad entre sexos, está la diferencia de salario entre hombres y mujeres. Según un reciente estudio publicado en España, harán falta nada menos que 70 años para que esta desigualdad desaparezca… A mí, esto me parece, simplemente, un escándalo y un bochorno inadmisible. Si tenemos en cuenta que es, a todas luces, una injusticia de primer orden… ¿cómo es posible que una sociedad como la nuestra se marque esas expectativas? ¡¡Hasta el cambio climático se hará patente antes que se igualen los salarios entre hombres y mujeres!!
Uno de los problemas que aducen los empresarios para contratar a menos mujeres y, especialmente, pagarles menos, es la cuestión del embarazo, y la repercusión que eso tiene en el rendimiento del trabajo. Las mujeres, ¡fíjate tú!, tienen por costumbre el quedarse embarazadas, a veces. Y, problema número uno: a algunos eso les parece como si no fuese con ellos. Y problema número dos: quieren contratar a mujeres jóvenes, pero no quieren que se queden embarazadas. Bien, pues sólo con estos dos problemas, ya empezamos bien…
El Estado tiene la obligación de velar por el derecho al trabajo de las mujeres, y no sólo proteger, sino alentar, su derecho a tener hijos, si tenemos en cuenta que los futuros ciudadanos serán los que mantengan el sistema a todos los niveles, aparte del derecho natural a tener hijos sin ninguna otra consideración que el deseo de tenerlos. La mentalidad de otros países les ha llevado a que sea el estado el que apoye económicamente de una manera más firme a trabajadora y empresa para que esto sea posible de una forma más razonable, pero tampoco hay que echar las campanas al vuelo: no es oro todo lo que reluce, y no siempre el resultado final es plenamente satisfactorio.
España, no obstante, se encuentra situada en el puesto 29 de una lista de 144 países, lo cual nos dice que tenemos mucho que mejorar, aunque haya habido avances. La brecha salarial española se estima en el 23%, frente al 18% de Reino Unido, por ejemplo, aunque tampoco se puede decir que la diferencia sea brutal. El gobierno español está poniendo en marcha algunas iniciativas novedosas, copiadas, precisamente, de Reino Unido o Bélgica, para que las empresas, especialmente las grandes, informen públicamente de cuáles son los sueldos que pagan, desglosados por géneros. También va a ser obligatorio para empresas de cierto tamaño registrar los planes de igualdad y realizar auditorías externas sobre los salarios.
En Reino Unido está dando algunos resultados positivos el hecho de hacer públicos los sueldos. Se ha convertido en otra forma de mejorar la imagen de marca para las empresas, pero, aún así, si al final el beneficio redunda en las trabajadoras, bienvenida sea la medida. En España podría ayudar en este sentido, porque no es lo mismo comunicar los sueldos a la Administración, que hacerlos públicos. Aunque sea por vergüenza, posiblemente fuese un incentivo para favorecer la equiparación de salarios. El problema es que si sólo están obligadas las grandes empresas, un alto porcentaje de trabajadoras quedará fuera de las posibles mejoras, si es que llegan a producirse, y si llega a aplicarse con esas mismas condiciones.
Considero impropio de cualquier sociedad que se diga avanzada mantener una brecha salarial como la que sufrimos en España. Cualquier medida que vaya encaminada a rebajarla, debe ser bienvenida, pero es básico que los empresarios de este país empiecen a tomar conciencia de la injusticia que supone pagar menos a una mujer por el mero hecho de serlo.