El gobierno catalán se ha quitado finalmente la careta y lanza la provocación máxima al resto de españoles sin titubeo alguno. Inician unilateralmente la ruptura con España, porque ellos lo valen y, además, porque son más guapos, más listos, y más ricos que el resto de españoles, sin olvidar que también están por encima de la Ley. Así, cualquiera…
Quienes quieren la ruptura con España no representan a Cataluña, por lo tanto hay que hablar siempre de los grupos independentistas o antisistema catalanes, y no de la sociedad catalana. Esto es así, primero, porque ni siquiera se ha realizado un referéndum que avale ese supuesto «sentir» secesionista, y segundo porque en las pasadas elecciones estos grupos no consiguieron ni el 50% de los votos de los catalanes.
Teniendo esto claro, las preguntas son, ¿quiénes son Más y sus compinches para llevar el caos a Cataluña? ¿Quiénes son ellos para enfrentar a los catalanes en una guerra fraticida, que es el escenario que pretenden instaurar para conseguir sus objetivos? ¿Quiénes son ellos para situarse por encima de las leyes y de la democracia, para terminar con el Estado de Derecho y con las libertades en Cataluña? ¿Quiénes son ellos para someter a todo un pueblo, el catalán, que no piensa como ellos? ¿Quiénes son ellos para hundir una Cataluña próspera y poner en peligro todo aquello por lo que han luchado sus ciudadanos?
Dicen que cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue. La huida hacia adelante de Arturo Más es una barbaridad, pero quizás bajo su punto de vista tenga mucho que ganar. La corrupción lo acorrala, a él y a su partido, y si aliado con los grupos antisistema tiene una oportunidad no sólo de librarse de la cárcel, sino de convertirse en el reyezuelo de Cataluña para seguir a lo suyo, ¿qué más puede pedir? Él mismo decía hace poco en una televisión que una vez fuesen «sus» leyes las que imperasen en Cataluña, nada había de temer, ni él ni sus compañeros de partido. ¿Se puede ser más claro y diáfano? No.
La respuesta del presidente Mariano Rajoy y su gobierno ha sido hasta ahora lo que yo considero prudente. Para unos, prudente de más. Para otros, como Pedro Sánchez, un poco duro, porque no le parece bien eso de echar mano de la justicia, o no hablar mucho con Más, o crear una ley para que se acaten las sentencias de los tribunales. Lo de Sánchez hay que enmarcarlo dentro de la lógica de la política de este país: intentar pescar de todas partes. Pero ahora no creo que haya fisuras en los principales partidos para defender el Estado de Derecho. Lo contrario sería un disparate, pero no va a ocurrir.
La declaración de ayer de Rajoy, sin embargo, empezó, por fin, a dejar claras algunas cosas. A la «provocación» independentista, el gobierno responderá con «todos» los mecanismos que tenga a su alcance, aseguró el presidente. Esto, sin embargo, nos conduce a un escenario preocupante. Al margen de las sentencias de los tribunales que se irán produciendo, y de los consiguientes desacatos, y yendo al final más que probable de este camino a ninguna parte, nos encontraremos pronto con la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Es decir, la suspensión de la autonomía catalana.
Este es, sin duda, el peor de los escenarios para Cataluña, pero es el que buscan desesperadamente los independentistas y antisistema. Ése es el caldo de cultivo idóneo para iniciar una confrontación abierta entre los secesionistas, y tanto los catalanes que quieren permanecer en España como el resto del estado español. Tratarán de hacerse las «víctimas» ante la comunidad internacional y buscar apoyos del mundo hacia la parte más débil… ¿Te suena?
A todo esto, como digo, las consecuencias para Cataluña no parecen positivas, se mire por donde se mire. Al ya palpable enfrentamiento social, habrá que sumar problemas económicos derivados de la previsible escalada de tensión en la región. El turismo será el primer afectado, sin duda, y dependiendo de cómo se gestione la crisis, también el mundo empresarial puede verse afectado a corto plazo.
Unas perspectivas poco deseables para una sociedad que durante décadas ha trabajado y vivido en paz. Cuando el ansia de poder de unos pocos se junta con quienes deploran vivir en un estado de derecho, el resultado no puede ser otro que el pleno enfrentamiento social.