Pocos días nos separan de septiembre, y el ambiente festero impregna cada vez más todos los rincones de Caudete. Las prisas de los que cosen trajes, algo que se repite año tras año por mucho que se corra, contrasta con el acompasado rodar de las banderas que cada noche giran y giran en la ermita para que nada falle ante la Patrona. Ya casi es el momento en que todo se posponga «para después de Fiestas». O para «en pasar estos días».
Lo mismo da. Cualquiera de estas frases nos indica que algo excepcional va a tener lugar pronto, algo donde no cabe la rutina, ni lo habitual. Algo cuyo componente fundamental será la alegría, el reencuentro… Para otros, serán momentos de recuerdo, de añoranza… Momentos en los que echar de menos. Momentos duros, pero menos si entendemos que los que faltan no querrían nuestra tristeza, no querrían vernos hundidos, sino todo lo contrario. Querrían ver cómo somos capaces de sonreir con su siempre presente recuerdo luminoso y cercano.
El castillo de madera luce en la Plaza de la Iglesia, y ya hay alguna calle con banderas. Los hornos de las casas doran las primeras pastas y se revisan trabucos y espingardas. Y las Capitanías, cómo no, ya bullen de actividad con lo que es la mitad de las Fiestas: las vísperas. Esperar que lleguen los días grandes, compartir con los invitados las noches de agosto mientras se hacen los últimos retoques, oir emocionados la llegada de las primeras bandas de música… Son momentos irrepetibles, instantes que siempre se recordarán con el corazón acelerado y las lágrimas dispuestas a derramarse.
Los problemas que acechan a nuestras Fiestas son muchos, y todos bien conocidos. El más molesto y machacón, el relacionado con la arcabucería y con la pólvora. Nuestros desfiles, que necesariamente tendrán que ocupar espacios de importancia que van dejando los tiros, también suspiran por una mejora contundente que garantice su esplendor. El ambiente festero en la calle, casi inexistente en Caudete, habrá que activarlo de alguna forma…
Pero todo esto no quiere decir que las Fiestas vayan a menos. Quiere decir que estamos en un momento de cambio. Quiere decir que cosas que hemos hecho durante muchos años, están cambiando drásticamente y no se volverán a hacer igual. Se va a disparar mucho menos, los niños ya desaparecieron prácticamente de los actos de tiros, las Dianas ya no son, de momento, las Dianas de siempre, y difícilmente lo volverán a ser, y todo esto, lo relacionado con la pólvora, condiciona el resto de actos. Por lo tanto, como decía antes, habrá que potenciar cosas para contrarrestar lo que se pierde, aparte de luchar con ahínco, como es lógico, por mantener la tradición de la arcabucería.
Los desfiles son uno de los puntales que, en mi opinión, pueden aportar esplendor a nuestras Fiestas. No hablo de mayor participación, que sería bueno, pero sí de mayor organización para que los desfilen realmente hagan disfrutar a la gente. ¿Y qué es lo que quiere el espectador que paga su silla para ver un desfile? Muy sencillo: un desfile entretenido, vistoso, sin cortes y no excesivamente largo. Los de Caudete cuentan con una participación activa que podría reunir todos esos ingredientes, y es precisamente en los cortes donde más se falla. Me consta el esfuerzo que los directivos están haciendo para solucionar este grave problema, pero de nada sirve si los verdaderos protagonistas no ayudan en este menester. Pienso que los Cabos cumplen una función fundamental, pues son los responsables del avance de su escuadra, y en ellos recae una obligación que es, ciertamente, importante: seguir escrupulosamente las indicaciones de los organizadores. Siguiendo con la terminología militar, los Cabos tienen que pensar que los organizadores son los Comandantes. Y digo bien, porque ni siquiera los Capitanes tienen mayor graduación, por el bien de la Fiesta. Por ello, la «cadena de mando» debería cumplirse de forma estricta para evitar más de un desaguisado.
Aún así, es digno de admirar el interés de la inmensa mayoría de los festeros por conseguir agradar al público. Los esfuerzos de organizadores y festeros, como digo, son enormes. Y estoy seguro de que este año vamos a ver los mejores desfiles de los últimos años. ¡Me la juego! Por eso, invito a quienes lean estas palabras a que nos visiten del 6 al 10 de septiembre, y comprueben cómo los caudetanos somos capaces, a pesar de todo, de celebrar las mejores Fiestas de Moros y Cristianos del mundo.
He dicho.