Artículo de Opinión | José Sánchez Amorós /
No sé de qué sirve que a estas alturas escriba sobre los pinos centenarios arrasados en la parte del Camino de la Virgen que va de La Cruz al Santuario. Yo no paso por allí desde hace mucho tiempo, pero me lo han enseñado en foto para que vea los miserables tocones, junto a los cuales se instalará próximamente, se supone, un palitroque.
Son tres más a añadir a la larguísima lista que se podría hacer sobre el particular. Sinceramente, se me va el deseo de continuar escribiendo, porque esto es predicar en desierto y en lo que concierne al caso demasiado tarde.
Se están plantando arbolitos, cierto, en diversos lugares del área urbana. Por ejemplo en Santa Ana (Plaza). Ya puedo augurar que no llegarán muy arriba, por hache o por be, cuando hagan un poquito de sombra, de la que tan necesitado se está, irán para hacer leña.
La autovía, esa horrenda autovía, por su parte, ha ido al ataque directo de los bosquecillos de pinos que hay a la derecha, antes de llegar al Puente Alto, para inmediatamente tirar a la izquierda en busca de los que están al otro costado.
Y ya no tengo más ganas de seguir, esto es batalla perdida. ¡Hala, pues! Sigan talando los árboles más grandes y sustituyan por palitroques, que es una cosa muy española. ¡Sí, palitroques! Porque a un español nadie, ni un árbol, debe hacerle sombra.