Esta semana tuvo lugar el Debate sobre el Estado de la Nación, un acontecimiento que tiene más de show mediático y de mitin electoral que otra cosa. Porque si alguien no sabía de antemano cuáles iban a ser los argumentos a esgrimir por unos y por otros, más aún en año electoral, que me lo diga.
Rajoy se empachó de éxito, mientras el conjunto de la oposición, como es habitual, y casi obligado, trató de desmontarle el chiringuito. En mi opinión, no haría falta debatir en el Congreso lo que hoy en día se conoce sobradamente por los ciudadanos, no como ocurría antaño, cuando los medios de comunicación no tenían la potencia actual, y costaba que las noticias, por unas u otras razones, llegasen puntuales a los hogares. En estos tiempos, era vox populi que el presidente del gobierno se iba a despachar a gusto con los resultados de sus políticas económicas, y también que el jefe de la oposición haría hincapié en aspectos tales como las políticas sociales o las de empleo. Aún así, no está de más comentar algunos aspectos del debate.
Mariano Rajoy ha centrado de manera importante su discurso en defender la marcha de la economía española, y es cierto que muchos datos son incontestables: el crecimiento económico se sitúa entre los mejores de Europa, con una previsión de más del 2,3% para este año, ha subido el consumo en general, incluida la venta de pisos y de coches, dos indicadores muy importantes, el PIB ha subido un 1,4% en 2014, baja, aunque tímidamente, el desempleo, el IPC se mantiene en niveles muy razonables, la prima de riesgo está rozando los 100 puntos, la creación de empresas ha sufrido un avance del 0,4% en 2014, hay un menor déficit público, equilibrio en la balanza de pagos, un aumento significativo de las exportaciones,…
El presidente aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid para anunciar una serie de medidas, digamos, más "sociales", como la tarifa de 500 euros para los contratos indefinidos, la conciliación en autónomos, la ayuda para familias monoparentales de dos hijos o la revisión de las tasas judiciales. Una batería de medidas algunas de las cuales llegan claramente tarde.
Pedro Sánchez, que se estrenaba en un debate de este tipo, fue muy observado por analistas y tertulianos para ver si cumplía bien con su papel. Yo creo que lo hizo correctamente, quizás sobreactuando un poco de más, pero es que es difícil hacerlo mal, tanto para unos como para otros, cuando los discursos vienen "de serie"… En cualquier caso, Pedro Sánchez salió airoso de la situación y tal vez no resultó tan "bronco" como Rajoy.
Sánchez no dismintió los datos económicos, puesto que son reales, pero puso el acento en el coste social que ha tenido el llegar a esta situación. Criticó los famosos recortes, y puso de manifiesto que la realidad en la calle todavía no es tan de color de rosa como harían pensar las cifras macroeconómicas. La precariedad laboral, la reducción presupuestaria en Eduación o Sanidad, Bárcenas, impuestos… fueron los temas en los que más se centró. Muchas de sus afirmaciones, por cierto, son también incuestionables.
El resto de la oposición continuó la línea emprendida por Pedro Sánchez, con críticas casi en los mismos temas, y, como es costumbre, con las reivindicaciones particulares de los partidos nacionalistas.
Me parece absurdo y poco serio proclamar un vencedor en este debate, tal y como se suele hacer siempre. Para los votantes de cada uno de los partidos, su líder habrá "ganado", ¡cómo no!, y a nadie se convence o se defrauda en este tipo de lances parlamentarios. Serán las urnas las que pongan a cada uno en su sitio, y las que decidan, de verdad, quién ha ganado.
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