Fiestas pasadas por agua

Editoriales

La climatología no ha sido especialmente benévola este año con las Fiestas de Caudete. Lo que en cualquier otro momento del año es bien recibido, el agua de los primeros días de septiembre no ha caído a gusto de todos ni en Caudete, ni en los pueblos cercanos que celebraron también sus fiestas, como Villena.

Los más afectados en estas ocasiones siempre son las familias que hacen la Fiesta, que tras un año o más preparando estos días, ven cómo se frustran o se deslucen actos en los que soñaban participar. Aún así, pese a los disgustos iniciales, al mal sabor de boca que se le pone a uno, al final puede más el espíritu festero, las ganas de seguir adelante y el sobreponerse a la adversidad. Por eso, las Capitanías han cumplido con su papel de encabezar las Fiestas caudetanas con toda dignidad y brillantez.

No obstante, cuando ocurren imprevistos como el de este año, es inevitable la polémica. Las decisiones que toman los responsables de organizar las Fiestas suelen dividir a la masa de festeros, y nunca suele existir unanimidad a la hora de compartir esas decisiones. Esto crea situaciones que a veces no son agradables, y se plantean cuestiones que, a priori, resultan poco gratificantes. Por ejemplo, suele salir a la palestra el papel de las Capitanías a la hora de tomar esas decisiones, siempre difíciles, de suspender o aplazar un acto. Y muchos se cuestionan si una Capitanía, por el hecho de «hacer la Fiesta», con todo lo que ello conlleva, debe tener o no poder de decisión ante una tesitura semejante.

En mi opinión, la cuestión está muy clara. Cuando una familia se decide a representar a su Comparsa, se supone que conoce y acepta las normas y reglas por las que ésta se rige. Y no sólo las de su Comparsa, sino también las normas que rigen sobre el conjunto de todas las Comparsas, es decir, sobre cuáles son los protocolos que se han establecido previamente, de acuerdo con todos, para que la organización de las Fiestas sea viable, y no un caos. En este caso, la Asociación de Comparsas tiene establecido en su Reglamento exactamente quiénes forman ese «gabinete de crisis» que ha de reunirse y decidir en casos excepcionales como los que estamos tratando.

El Artículo 8 del Reglamento de la Asociación de Comparsas es taxativo: «Cuando el normal desarrollo de los actos oficiales de Fiestas se vea interrumpido o alterado por causas de fuerza mayor, el Alcalde de Fiestas tiene la responsabilidad de convocar de forma inmediata una reunión para tomar las decisiones oportunas. Las personas a las que convoca son: el Presidente de la Asociación de Comparsas, el Presidente de la Mayordomía, los Presidentes de las Comparsas, el Alcalde y, en aquellos casos que así lo aconsejen, el Cura Párroco. Todos ellos pueden delegar su asistencia en un representante autorizado. En ausencia del Alcalde de Fiestas, podrán convocar dicha reunión el Alcalde, el Presidente de la Asociación de Comparsas o el Presidente de la Mayordomía.»

No hay duda respecto a quiénes tienen la potestad de decidir. Otra cosa es que los Presidentes consulten o tomen en consideración las opiniones de sus respectivas Capitanías, algo que siempre es positivo, puesto que las distintas opiniones pueden ayudar a la resolución de los problemas, pero de ahí a que tengan poder de decisión, hoy por hoy, hay un trecho.

No cabe duda de que los sentimientos se disparan cuando ocurren contratiempos como la lluvia en Fiestas. Las cosas suelen liarse, y unos y otros actuamos un poco a locas. Algunas Banderas de Comparsas, por ejemplo, participan en actos no oficiales, o suspendidos, que es lo mismo, mientras en otras ocasiones las Banderas son casi sagradas e inamovibles. Bueno, yo lo considero normal, y tampoco hay que darle demasiada importancia.

Al fin y al cabo, el sentimiento festero es como un caballo desbocado que necesita mucha pista por delante para correr libremente…

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