Tarjetas opacas, cuentas en Andorra y corrupción generalizada

Editoriales

Siempre recuerdo que cuando en la época de Felipe González pillaron a Roldán, entonces director de la Guardia Civil, por malversación, cohecho, fraude fiscal y estafa, y que supuso la punta de lanza de una situación de corrupción generalizada, tuve la certeza de que a partir de entonces se pondrían los medios necesarios para que nunca más pudieran ocurrir hechos parecidos.

Pero ni por asomo. Más de veinte años después, hay más corruptos, en más estamentos, y encima, roban más. Da la sensación de que, efectivamente, vivimos rodeados de delincuentes de guante blanco y negro corazón, capaces de deshauciar y echar a familias a la calle mientras se gastan 300 euros en una comilona a cargo del resto de españoles, incluida esa familia a la que echan a la calle y que seguro que habrá pagado unos impuestos que, en un porcentaje, habrá ido a parar a los bancos que dirigen los comensales del festín. Hay que tenerlos "cuadraos".

Hoy se ha producido una "macrorredada" en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas por cuestiones de corrupción. Hay más de cincuenta detenidos, por el momento. Entre ellos, el Presidente de la Diputación de León, y sucesor de la asesinada Isabel Carrasco. Es decir, en estos momentos, a pesar de las medidas que supuestamente se toman cada día para evitar que aumente la corrupción, se siguen cometiendo delitos gracias a la posición política, o de poder, según el caso, del corrupto.

La sensación es de impotencia. De rabia. El deseo: que la ley sea todo lo dura que pueda ser con estos delincuentes. Da igual el color político, o que sean partidos políticos, bancos o sindicatos, que sean catalanes, andaluces o madrileños. Esto es inadmisible.

Apoyo incondicionalmente a la Audiencia Nacional en la batalla abierta contra la corrupción, y espero que no aminore la marcha cuando los titulares de la prensa hablen de otra cosa. Rechazo frontalmente la timidez de algunos partidos, como el Partido Popular, a la hora de reaccionar con personas como Rato, porque no se puede esperar a que sea él quien dé el primer paso, ya que, aunque las famosas tarjetas opacas de Bankia fuesen legales, jamás serían morales, y no hay justificación para el robo literal de dinero que no es absolutamente privado, sino que todos tenemos una parte nuestra ahí metida en forma de rescates y ayudas estatales.

Tenemos que admitir que algo pasa en nuestra sociedad. No es posible que sólo unas personas señaladas hayan ido a parar a puestos que les permitan ejercer de corruptos. Sería mucha casualidad. Es como si todo aquel que pudiese engañar a Hacienda, lo hiciese… Por ejemplo. ¿Ocurre eso realmente…? ¿Llevamos en nuestros genes algo que nos dice que no es delito robar si es al Estado, o si es "en nombre" del Estado? Tengo la esperanza de que no sea así, pero a veces la duda es terrorífica…

 

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