Tengo anotadas un par de definiciones de las que desconozco su autoría. Aquí las dejo: «La política, es un invento de la humanidad para lograr algo tan razonable como gestionar nuestras necesidades». La otra, viene a ser más trivial y un poco canalla: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados».
Un servidor aporta una definición más en concordancia con los tiempos y el personal político que padecemos: «Instalándose de manera previa en un terreno falso, la política actual es la charla de unos políticos entre sí a través de los medios de comunicación, en la mayoría de las ocasiones, con una reiterada verborrea que ellos solamente comprenden y que les sirve nada más que para mantenerse en el poder».
Esta misma clase política, salvo lógicas y mínimas excepciones, se encuentra plenamente decidida a mentir en lo que sabe e incluso en lo que desconoce, con la única ansiedad de mantenerse en lo que ellos creen que es el poder.
Aludiendo al párrafo en el que expongo mi definición de política donde manifiesto que los políticos hablan unos con otros tan sólo con declaraciones a través de la TV o de los periódicos; resulta paradójico que la razón de la política sea el diálogo de unas fuerzas políticas con otras; hoy día es casi un delito el hacerlo con otro que se inclina ante una bandera distinta a la tuya.
Algo que en política debería de ser de obligado cumplimiento, me atrevería a decir incluso sancionable es: lo que se dice, se ha de cumplir o por lo menos intentarlo. Y, además, en el caso de no poderlo llevarlo a cabo, se ha de explicar los motivos, y algo que no se cumple de manera sistemática: asumir las consecuencias. Estaremos todos de acuerdo, benditos lectores, que para lograr un acuerdo en política hay que ceder en lo que se pueda y se deba ceder. Pero, cuidado, en los principios no tiene por qué haber cesión alguna, si cedemos en este mandamiento la política se convertirá en una casa de putas.
A mi entender, el no haber participado nunca en la política no supone ninguna tara para ser candidato; al contrario, puede ser una carta que le conduzca al éxito. No confundir bajo ninguna circunstancia este tipo de personas novatas con las que en las últimas remesas ministeriales nos han colocado provenientes del mundo del espectáculo y de las variedades audiovisuales que han alcanzado cargos de responsabilidad mediática. Me reitero en el posible éxito de un novato en política que tenga como meta renovar el partido, ya que hasta ahora la reforma de un partido político es una labor imposible si alguien que pertenece al aparato político lo intenta.
Es notorio y palpable que el interés y la charla sobre temas políticos ha aumentado en los últimos tiempos, lo muy lamentable es que los criterios se hayan polarizado muchísimo. Los que se pueden (y no deben) permitirse el lujo de despreciar la política son aquellos que nacen con todas las necesidades cubiertas en exceso; son aquellos del «status» que prefieren que todo siga igual. Para el resto de menesterosos el posicionamiento es bajar los brazos. En el momento que algo se deja despolitizar, aparecerán los que se benefician de ello, algo antidemocrático. Por el contrario, si la población tiene una alta preocupación por la política, vigilará con mucha más atención estos desmanes.
Sostengo que aquellos que se autoproclaman apolíticos se mienten a sí mismos. Se puede ser una persona apartidista, pero no es conveniente considerarse uno mismo como apolítico. Este asunto se simplificaría si afirmaran que la realidad es que no poseen carné de partido político, que suele ser lo habitual entre la ciudadanía. Si por sentirse apolítico se despolitizaran los problemas estaríamos negando el conflicto, ocultándolo; si se despolitiza ese conflicto, aquellos que lo están causando se beneficiarían de esa dejadez y, se quiera o no, como efecto colateral se aumentaría el nefasto sentido común neoliberal tan de moda. La sociedad debe estar en alerta siempre (politizada) para impedir esos comportamientos. Colocaré un ejemplo real y publicado de apoliticismo: Franco les aconsejaba a sus amistades que hicieran cómo él, que no se metieran en política. ¡Qué jodío, el dictador…!
Escribamos sobre algo que, por desgracia, se impone estos días: la corrección política, que viene a ser cuando un ciudadano siente temor a lo que el Estado «totalitario» le pueda hacer. En un principio, no debería ser criticable que nos podamos dejar llevar de forma light por ese discurso, siempre que esa actitud salga de uno mismo y no nos la impongan desde algún Comité Federal…
Tan sólo hace 46 años que Joan Manuel Serrat, recién regresado del exilio forzoso, nos contó y nos cantó esta canción titulada «A quién corresponda», incluida en el disco «En tránsito».
No es de su agrado un mundo que progresa en lo técnico, pero no en lo humano, un mundo despersonalizado, donde la felicidad es utilizada por los políticos y donde la esperanza se manipula de manera constante.
Un servidor,
Joan Manuel Serrat,
casado, mayor de edad,
vecino de Camprodón, Girona.
Hijo de Ángeles y de Josep,
de profesión cantautor
y natural de Barcelona,
según obra
en el registro civil,
hoy, lunes, 20 de Abril de 1981;
con las fuerzas de que dispone,
atentamente EXPONE
dos puntos:
Que las manzanas no huelen,
que nadie conoce al vecino,
que a los viejos se les aparta
después de habernos servido bien.
Que el mar está agonizando,
que no hay quien confíe en su hermano,
que la tierra cayó en manos
de unos locos con carné.
Que el mundo es de peaje y experimental,
que todo es desechable y provisional.
Que no nos salen las cuentas,
que las reformas nunca se acaban,
que llegamos siempre tarde,
donde nunca pasa nada.
Por eso
y muchas deficiencias más,
que en un anexo se especifican,
sin que sirva de precedente,
respetuosamente,
SUPLICA:
Se sirva tomar medidas
y llamar al orden a esos chapuceros,
que lo dejan todo perdido
en nombre del personal.
Pero hágalo urgentemente
para que no sean necesarios,
mas héroes ni más milagros
para adecentar el local.
No hay otro tiempo que el que nos ha tocao,
acláreles quien manda y quien es el mandao.
Y si no estuviera en su mano
poner coto a tales desmanes,
mándeles copiar cien veces:
«esas cosas no se hacen».
Gracia que espera merecer
del recto proceder,
de quien no suele llamarse a engaño,
a quien Dios guarde muchos años. AMÉN.
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