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¿Y si pierde Kamala Harris? Artículo de Óscar de Caso

Quisiera partir de la premisa, quizá claramente objetiva y compartida, de que más peligroso y violento que Donald Trump, son los millones de votantes descerebrados que le eligieron en el sufragio para la presidencia de los EE UU. Si a esta terrible situación, se le añade una pistola colgada del cinturón de cada una de estas bestias fanáticas, nos encontraremos en un escenario pavoroso y recurrente. El tráiler, nos lo ofrecieron en el intento de asalto al Congreso de los EEUU.

Trump ganó las elecciones de 2016 apelando y renegando de la corrección política que, durante un par de décadas, el lado más izquierdista del partido demócrata había logrado ensimismar a los americanos de toda la vida. Voceaba, que el establishment está en contra de los verdaderos estadounidenses. Se jactaba, con petulancia, de haberse mantenido apartado del sistema de corrupción política. Avivó, y de qué modo, el recelo hacia el inmigrante, con especial dedicación, al que profesaba el cristianismo. Calificó de demonios a los simpatizantes de los movimientos de diversidad sexual, causantes, según su única neurona, de la disolución de la familia americana. Le concedieron su voto, y al parecer están encantados otra vez de favorecerle. Le oían bramar sobre el lado sucio de la vida y con plena satisfacción le vitoreaban. Toda esa abrumadora corrección política de Hillary Clinton hizo pasar todas las mentiras y calumnias de Trump, por verdades.

Así perdió la izquierda demócrata, abducida con su corrección, despreciando el enfrentamiento cara a cara. Y se la pegó, y se quedó con la boca abierta y con cara de tonto.

Sus ataques más furibundos, si cabe, apuntan a que la inmigración masiva ha desplazado a sus compatriotas americanos, dejándolos sin empleo en sus fábricas. Falacia rotunda. Estados Unidos es más fabril que nunca. Factura un 85% más de bienes que en 1987. Estas cifras las logran a través de la automatización. Lo que, inevitablemente, provoca desempleo. El error de las distintas administraciones federales ha sido una falta de política educativa que recicle a esos trabajadores desempleados.

Aparte de la tribu violenta de seguidores que idealizan a este personaje, está la gente que sigue confiando, de manera desesperada, en la política. Esas democracias liberales de extrema derecha de Europa, junto con los aficionados al Brexit del Reino Unido, los han engañado. Y lo que pueda ser más trágico, es que toda esa multitud de personas desencantadas, puedan estar dispuestas a abandonar la democracia…

Escribamos unas pinceladas acerca del Partido Demócrata (teórico rival, ja, ja, las risas, por lo de demócrata)… Se sostiene este partido sobre un gran batiburrillo de minorías étnicas desfavorecidas, pobres; otros se agrupan en una clase trabajadora, no especialmente religiosa; por último, nos hallamos ante personas de clase media con posibles y, por supuesto, con altos valores liberales. No les parece a ustedes, benditos lectores, que conteniendo tanta variedad, les funcione el grupo en la política. No es nada fácil.

Insertaré aquí una oportuna frase del imprescindible Doctor Martin Luther King que refleja, con acierto, a una gran parte a la ciudadanía americana: «En EEUU, el blanco moderado prefiere la paz social con discriminación racial, a acabar con dicha discriminación mediante un conflicto abierto basado en la desobediencia y otras formas del cuestionamiento del orden vigente».

No debo resistirme a opinar sobre dos cuestiones sensibles. Una, es mi admiración de la excelente ética del trabajo que posee la sociedad norteamericana. La otra, el derecho irrenunciable a portar armas. Si nos dejan, y tenemos ocasión de leer la historia de la independencia de este país, donde los patriotas americanos expulsaron del mismo a los ingleses, lograremos entender que para que los colonos consiguieran formar sus estados e implantar en ellos la democracia, estaban obligados a portar armas, de manera individual, para echar de su territorio al ejército inglés que estaba muy bien pertrechado de ellas. De este modo, quedó incrustado en su Constitución el derecho a democratizar el uso de las armas.

Este razonamiento que apunto, nada tiene que ver ni parecerse a los sicópatas numerarios de la Asociación Nacional del Rifle. Ni, por supuesto, a los tarados estudiantes asesinos que provocan matanzas en los colegios.


Otro genio, poeta, cantautor, inmortal, canallita, que nos quiere privar de más canciones suyas, de esas canciones que deberían colgarse en el Museo de las Canciones (que está tardándose de inaugurar), y con cuyas canciones nos hace entreabrir la boca con asombro, y nos hiere de felicidad con lágrimas incluidas. Me refiero a Joaquín Martínez Sabina. Os dejo la última canción titulada, «Un último vals», con letra de Joaquín Sabina y Benjamín Prado. Leiva se ha hecho cargo de la música.

En el YouTube está cargado el video clip, dirigido por Fernando León de Aranoa. En él, aparece rodeado de sus amigos: Serrat, Leiva, Ricardo Darín, José Tomás, Andrés Calamaro, Ariel Rot, Benjamín Prado, Luís García Montero, Alejo Stivel, Jorge Drexler, su esposa, Jimena Coronado, su hija, Carmen Martínez Oliart, Jesús Maraña, junto con una vislumbre de Javier Krahe. Con esta última gira, pretende despedirse de nosotros. Lo intentarás, pero no te dejaremos. Nos pondremos muy pesados. Que lo sepas. Poeta.

 

Cuando no salga mi jeta en los diarios,

ni los novios bailen ya «Noches de Boda».

Cuando sólo esté de moda si me caigo otra vez del escenario.

Cuando el otoño esté más loco que una cabra.

Cuando cenes en el bar del hospital.

Cuando ensayen los colegas las palabras que dirán el día de mi funeral.

Cuando no sepa la orquesta la canción que te escribí.

Cuando las casas de apuestas no den un euro por mí.

Cuando cierren las cantinas y el laurel de mi corona sea de espinas…

Aún voy a guardar un último vals para ti.

Tú que corriste a rescatarme de las llamas.

Tú que pusiste paz en mi ciudad sin ley.

Tú que aprendiste en mis electrocardiogramas,

que hace tiempo que no sigo siendo el rey.

Yo, que soy cinturón negro en pesimismo.

Que me fundo en cuatro copas el jornal.

Que prefiero ser cualquiera a ser yo mismo.

Que prefiero ser Don Nadie a ser Don Juan.

Cuando la luna se esconda para no verme sufrir.

Cuando en mis noches de ronda ni Leiva me pida un bis.

Y guarde luto la nieve, y no salgan las estrellas cuando deben.

Cuando ciertas mañanitas no me pueda ni vestir

deshojando margaritas que nunca dicen que sí.

Cuando agonicen las flores y los pájaros padezcan mal de amores…

No olvides guardar un último vals para mí.

Cuando enmudezcan por decreto los cantantes.

Y los amantes hagan huelga general.

Y los mejores estudiantes se doctoren con honores

en el arte de ignorar.

Cuando no sepa la orquesta la canción que te escribí.

Cuando las casas de apuestas no den un euro por mí.

Cuando cierren las cantinas y se baile reguetón en la oficina…

Aún voy a guardar un último vals para ti.

No olvides guardar un último vals para mí.

Óscar de Caso

Colaborador de Caudete Digital en cuestiones políticas